La iglesia parroquial de San Martín de La Carrera, en el concejo de Siero, se llenó ayer para dar el último adiós a Aurelia Díaz Fuente, vecina del Berrón de 83 años, fallecida el pasado martes en el Hospital Universitario Central de Asturias, donde había ingresado en estado muy grave por inhalación de humo en el incendio ocurrido el pasado lunes en el edificio en el que vivía, y donde también murió Rubén Fonseca, de 41 años.

La familia de la fallecida recibió numerosas condolencias de vecinos y amigos que abarrotaron la iglesia parroquial, donde apenas cabía nadie más. El párroco de San Martín de la Carrera, Alejandro Díaz Noval, destacó, ante este momento "doloroso e incomprensible de la muerte de Aurelia", su amor al prójimo y su gran devoción. No en vano, ella era la sacristana de la parroquia.

"Aurelia supo hacer de su vida una preocupación por los demás, y supo pasar por este mundo queriendo a las personas que se fue econtrando en el camino de la vida, queriendo a su familia y queriéndonos a todos los que tuvimos la suerte y el gozo de conocerla", dijo el sacerdote.

Esta multitudinaria presencia de vecinos era también una respuesta a su buena disposición. "Mucha gente está aquí como tantas veces lo hizo Aurelia por uno de nosotros", expresó el párroco, convencido de que "esta participación multitudinaria debe confortarles a sus familiares por tantos signos de amistad y también de paz en vuestra oración compartida".

Muchos de los asistentes al funeral de ayer coincidieron en destacar la capacidad de trabajo y el carácter siempre resuelto de Aurelia Díaz, a la que parecía que no le pesaban sus 83 años. Algo que también subrayó el párroco en la homilía de ayer. "Ella se pasó la vida trabajando y corriendo; desde que tengo uso de razón nunca vi a Aurelia andando despacio, siempre iba deprisa, de un sitio para otro", aseguró. Por eso, "la muerte, aunque haya sido trágica", es para ella "un descanso merecido, cuando se ha sufrido tanto la muerte es alivio y paz".

Asimismo, el párroco aseguró que la fallecida vivió "como cristiana convencida y comprometida en el cuidado de la iglesia y en el cuidado de los sacerdotes, muy especialmente, de Luis" (Valdés el anterior párroco, jubilado el año pasado). Por todo ello, su muerte se ha considerado en la parroquia como una gran pérdida.