F. L. J.

La presión inspectora de la que, según sus responsables, es objeto la rula de Avilés ya comenzó a pasar factura a la entidad el año pasado, cuando buena parte de la flota comunitaria asturiana decidió cambiar de aires y buscar en puertos gallegos la «tranquilidad» que no encontraba en Asturias. Asimismo, como es un secreto a voces que los inspectores del Ministerio de Medio Marino frecuentan los muelles avilesinos, los armadores gallegos o cántabros que podrían vender sus capturas en Avilés se cuidan mucho de que sus barcos se dejen ver por estas aguas. «Se ha generado una psicosis en torno a la lonja de Avilés que resulta muy dañina para la entidad; esto no puede seguir así por más tiempo», advierte el gerente de la rula, Ramón Álvarez.

La consecuencia de todo lo anterior es, según lamenta Ramón Álvarez, un deterioro progresivo de las subastas de especies comunitarias, en especial la merluza. Y como la pesca funciona como una cadena, también los comercializadores de pescado resultan damnificados: si hay menos pescado a la venta en Avilés, tienen que ir a comprar mercancía a otros puertos. Es fácil llegar al resultado de la ecuación final: pérdida de importancia de la lonja en términos comerciales y problemas de supervivencia económica. «Y más gente al paro», añade el gerente.