Artista plástico

Elisa CAMPO

«Ciudad satélite» es la vuelta a los espacios expositivos del artista avilesino Carlos Suárez (1969), quien plantea en este proyecto una reflexión sobre los espacios habitados y la descontextualización vital. Como elementos físicos de la instalación, que puede visitarse en la galería gijonesa de Adriana Suárez, plantea casitas de madera que surgen bajo el suelo de parquet. El conjunto se completa con fotografías y con la propia utilización del espacio expositivo como parte de esa «Ciudad satélite» en la que habitan los espectadores.

-En la exposición hay un cambio de técnicas y elementos respecto a proyectos anteriores, pero una continuidad conceptual.

-No entiendo un proyecto aislado. Trabajo con varios proyectos a la vez, y varias líneas de investigación. Este proyecto es uno de ellos, trabajando en torno a distintas ideas, distintos conceptos y un discurso. Este es uno de los Estos son proyectos fruto de un proceso de investigación, que para mí eso es la investigación artística. Cómo llegamos aquí? a partir de una propuesta de un concepto del arte como el are no puede estar ajeno a lo que está sucediendo. El arte tiene que tener un discurso y no exclusivamente un planteamiento estético. Es una consecuencia del contexto, de la situación, de los acontecimientos que ocurren de la contemporaneidad, son inseparables Define tu forma de ver, de posicionarte de narrar de contar las cosas. El artista tiene que posicionarse. No solo es un circense complaciente, a veces incomoda, como hacer por ejemplo Doris Salcedo con su obra Shibboleth.

-¿Cuál es su discurso?

-Entiendo la obra como una consecuencia de los acontecimientos y tu reflexión sobre ellos, con un lenguaje determinado. Propongo una instalación que juega con el espacio, con el concepto de dentro-fuera, con el concepto de escala? para llegar a generar una incertidumbre, de descolocación del espectador al alterarle la escala, al alterarle la ubicación. Y no es otra descolocación e incertidumbre que la que existe en la sociedad, en el mundo contemporáneo, fundamentalmente en Europa. Esas reflexiones salen a partir de las estancias en Bélgica, viajes por Inglaterra, Rumanía? En Bélgica surgió una parte importante de este proyecto, allí encontré pueblos con casas preciosas donde no ves a nadie ni por las calles ni asomando en las ventanas. Es todo un planteamiento del absurdo, de lo desconcertante, pueblos que ya no huelen a pueblo, casas que ya no son hogares? Viendo esos territorios te encuentras con esa urbanización desconcertante de una Europa desmemoriada y sospechosamente complaciente.

-Habla de historia, de contexto y de impresiones.

-Quizá hacía mucho tiempo que la historia oficial no estaba tan alejada de la intrahistoria, la que está oculta. En la «Ciudad Satélite» hay un lenguaje por debajo del suelo. La obra, lo que va a surgir, está por debajo. Y la oportunidad para el arte es, precisamente, contar la intrahistoria. La sociedad del bienestar ha producido un arte para el disfrute. La sociedad de la crisis puede dar una oportunidad para que al nuevo discurso artístico de descubrir y reivindicar y hacer pensar, recuperar la memoria perdida de la que Europa y sobre todo España se olvidó.

-Pese a la evolución de su obra, algunas de esas preocupaciones ya vienen de proyectos anteriores.

-Tú no puedes tener una obra que permanezca en el tiempo porque el tiempo no permanece estable. En cuanto lo repites, estás muerto, o es que el mundo se paró. No puedo hacer la misma obra de hace diez años, la sociedad ya no tiene nada que ver. Pero siempre hay algo que forma parte de tu personalidad, de tu memoria, que siempre va a estar presente en todo lo que hagas. Aquí llegamos a una casa ausente de memoria, de personalidad, sin «home», sin hogar. La sociedad sedentaria se convierte por obligación en migratoria, obligada por las circunstancias, y la casa estable deja de tener sentido y con ella la decoración y el arte adorno que le pertenece. Hay referencias que me impactaron mucho, como la trienal de Folkstone, en el sur de Inglaterra. Es una reflexión entorno a las migraciones que se hace cerca de Dover, en uno de los pasos fronterizos de migración más importantes de Europa. Es la otra situación. Una es el sedentarismo, otra la emigración. Y entorno a esos conceptos se plantean las reflexiones del arte.

-¿La Europa que hemos construido, esa forma de vida, se demuestra entonces inútil?

-Ni siquiera sabemos que es útil o inútil. Hemos renunciado a nosotros mismos y esa renuncia ha generado ese desconcierto. En la exposición jugué con la galería como casa, con las imágenes de casas, ventanas y casas, con la propia escala? y llega un momento en el que no sabes si está dentro, encima de otras casas, si la proporción real es la de la galería o de las imágenes. Ese desconcierto da lugar a pensar qué estás planteando. Lo que está ocurriendo es lo de todos los días.

-Su arte es un grito pero se esconde bajo una apariencia lírica, poética incluso.

-Como la realidad misma. Me gusta desarrollar el componente de estética, de belleza, de amabilidad que pueda tener la obra de arte. Pero también está ligado a que la sociedad a veces es amable aparentemente, pero en realidad es traidora.