Algunos de los trabajadores de IMSA, la empresa a cuya plantilla pertenecen las 35 personas que de momento han sido diagnosticadas como víctimas de intoxicación por mercurio, desconfían de la versión que viene dando Asturiana de Zinc del accidente. Esa desconfianza es fruto de la observación de varios hechos que vienen a sembrar más dudas si cabe sobre el verdadero origen del foco contaminante y las circunstancias en las que el mercurio llegó al organismo de los afectados .

Según relató uno de esos trabajadores a este diario «hay compañeros con niveles de mercurio superiores a 500 microgramos (la tasa permisible es de 15 microgramos por litro de sangre) que si bien es cierto que participaron en los trabajos de mantenimiento de la pieza que supuestamente generó el problema de contaminación, lo hicieron cuando los tubos que contienen el mercurio ya habían sido retirados de la misma; es decir, que en ese momento no había posibilidad alguna de entrar en contacto con el producto». Más aún, esta persona asegura que hay trabajadores de IMSA afectados por el mercurio que no llegaron a estar siquiera en el tajo donde se supone que se originó el problema «y el ejemplo más claro es el almacenero», apunta el trabajador en cuestión.

Tampoco han sentado muy bien entre los trabajadores de IMSA las insinuaciones sobre supuestas deficiencias en el protocolo de seguridad seguido: «Todos los compañeros que participaron en el desmontaje de los tubos que contenían el mercurio trabajaron con pantallas cerradas e integrales y ni que decir tiene que antes de empezar la faena AZSA dio por bueno el protocolo de actuación que le presentó IMSA». Estas y otras sospechas alimentan la creencia de que más que un accidente concreto relacionado con la obra en la pieza de marras lo que pudo producirse fue una emanación o fuga de mercurio en otra parte de la factoría.