Carlos Romero es praviano y como tal es «extranjero» en Luanco. Este licenciado en Geografía e Historia y dedicado durante años al mundo de la edición es también un amante de la fotografía de detalle. Romero ha querido mostrar otro Luanco, visto con ojos de un «extranjero» y así lo deja claro, en francés, en el título de la exposición, «Luanco, aux yeux d'un métèque», que se puede ver hasta el próximo día 30 en la Casa de Cultura de la capital del concejo.

El fotógrafo ama el detalle y ha querido huir de las típicas instantáneas del Luanco marinero para quedarse con composiciones muy concretas que, por extrañas, intrigan al observador. Juega con las luces y los movimientos de las imágenes retratadas y dibuja un Luanco que se recrea en detalles como unos canalones pintados de diferentes colores «que están pidiendo, hazme la foto», indica el fotógrafo praviano.

Romero no se ha querido olvidar del marcado acento marinero de la villa para pensar en sus piezas de «extranjero» detallista. Este fotógrafo siempre va acompañado de su máquina compacta y así retrató un corazón acompañado al nombre de María en una de las piedras de la Torre del Reloj. «Soy extranjero, pero conozco Luanco, prueba de ello es que a la playa la llamo Cabra Muerta, que en la exposición sale retratada tras haber cruzado por ella un tractor que dibuja unas líneas en la arena», explica Romero, que fotografió también los muros de la isla del Carmen, los colores llamativos de la que él denomina Casa de los Ingleses e incluso manchas halladas en las inmediaciones del puerto del Gayo.

Esos detalles plantean un viaje a otro Luanco. Un Luanco que se refleja en una tuerca de color rojo en las gradas del tenis-playa, una ventana, el color azul del barrio de Los Laureles y una vista muy especial del Gayo, entre otras piezas. Romero juega también con los espejos, como el ubicado en el entronque de la avenida del Gayo con la calle Madrid.

«En la plaza de La Concepción, hay un edificio en ruinas que también tiene un gran valor estético», explica el fotógrafo que ha retratado también la quilla de un barco sobordado en el muelle, un pecio del que destaca su cromatismo y esos pequeños detalles relacionados con el volumen, con los colores y el gusto que sólo poseen los fotógrafos como Romero.