Mieres del Camino,

David MONTAÑÉS

Los restos mortales de Gustavo Losa fueron incinerados ayer en el tanatorio de Los Arenales, en Oviedo. El que fuera alcalde de Mieres entre 1991 y 1995 fue despedido por familiares y amigos sin parafernalias ni gestos suntuosos, consecuentes con la propia personalidad Losa. A él le tocó jugar un papel político muy difícil, lo que en ocasiones le obligó a guardar las distancias, dando la sensación de ser un hombre receloso y atribulado. Sus amigos y colaboradores más cercanos, incluso la mayoría de sus rivales políticos, pudieron ver más lejos. En la distancia corta era amable, agradable y disfrutaba de un fino sentido del humor. Más evidente era atestiguar que el ex regidor era una persona seria, firme y responsable al que le tocó presidir, sin quejarse, un Ayuntamiento azotado por todo tipo de problemas.

Gustavo Losa, respetado comerciante que había presidido el Caudal Deportivo durante veinte años, aceptó encabezar la candidatura del PSOE en las elecciones municipales de 1991. Ya había sido concejal durante el primer mandato democrático, ejerciendo como edil de Hacienda. Ganó las elecciones en plena refriega minera, con huelgas y movilizaciones. Apenas llevaba seis meses en el cargo cuando la tensa negociación del plan de Hunosa acabó con 36 dirigente del SOMA y CC OO encerrados en el pozo Barredo durante 12 tensos días, con violentas protestas en las calles de Mieres durante semanas. Incluso hubo conatos de tomar el Ayuntamiento al asalto.

Además de hacer frente a un especialmente convulso periodo dentro de la minería, Losa también tuvo que lidiar con uno de los ciclos más crispados en el PSOE de Mieres, azotado por una grave crisis interna, con numerosas discrepancias en el seno del partido, y que acabó con la salida del por entonces máximo responsable de la agrupación local, Juan Vila Borines.

Pese al ambiente enrarecido que marcó el mandato de Gustavo Losa, el veterano político consiguió importantes logros de gestión. De hecho, desbloqueó la firma del convenio urbano del Vasco-Mayacina, que sus sucesores en el cargo tardaron más de una década en ejecutar. El alcalde que culminó ese proceso, Luis María García, por entonces concejal de Urbanismo, recuerda aquel momento. «El presidente de Sepes, al ser preguntado por el coste económico de la actuación, nos miró y dijo, medio broma medio en serio, que si echaba cuentas entonces igual llegaba a la conclusión de que no valía la pena». García define a Losa como «una persona que, una vez que adquiría confianza, era entrañable y muy cercano, un tipo de los que valía la pena». Gustavo Losa fue también un respetado comerciante. Su familia regentó una popular joyería situada en el centro de Mieres. Además de presidir el Caudal fue vicepresidente de la Federación Asturiana de Fútbol y aspiró a la presidencia de la Federación, asumiendo posteriormente un importante cargo directivo. Se preocupó especialmente de los clubes más modestos, logrando ayudas económicas para las entidades dañadas por descensos de categoría.

Amigos, allegados y representantes del mundo de la política y el deporte arroparon ayer a la familia de Gustavo Losa durante el acto de incineración de sus restos. La iglesia parroquial de San Juan de Mieres acogerá mañana (17.00 horas) un funeral en su memoria. En la imagen, la capilla ardiente, con el diputado Fernando Lastra y el eurodiputado Antonio Masip, a la izquierda.