Todo empezó en 1988, cuando un grupo de jóvenes de Sama de Grado decidió homenajear a sus mayores, con el objetivo de reconocer su trabajo y amor por el pueblo. Aquel acto, conocido con el nombre de "El Reencuentro", pasó a la historia y quedó para siempre unido a la fiesta de la Cruz de Mayo, que ayer la parroquia celebró por todo lo alto con música en el cuerpo, vaso de sidra en la mano y cordero a la estaca en la boca.

Al calor de sus vecinos, veintisiete mayores recibieron un año más en la iglesia de Sama de Grado el aplauso de familiares y amigos, que con emoción siguieron el desarrollo de un acto, que como su propio nombre indica, tiene mucho de reencuentro. Y no sólo con viejos amigos, sino también con el propio pueblo. "El sábado vine a misa y a la mente me vinieron tantos recuerdos de cuando era "neña" que me emocioné muchísimo. Nací y me crie aquí, así que para mí Sama de Grado es el pueblo más guapo del mundo", dijo ilusionada Adelaida Álvarez, ahora residente en Gijón. Esta mujer de 78 años recibió de manos de los integrantes de la asociación de vecinos un diploma y una Cruz de la Victoria, que le llenó de "alegría".

Junto a ella, también compartieron protagonismo otros mayores como José Ramón Fernández y José Ramón Menéndez, que, después de varios años sin saber de sus vidas, por fin pudieron compartir unos minutos de charla. Tampoco muchos, porque el sonido de la gaita ya pedía continuar la fiesta sobre el mantel. "Todos los años nos juntamos; nunca nos la perdemos", aseguró María Teresa Muñiz, de 79 años, también "muy contenta" por el galardón.

Y mientras que el cordero a la estaca seguía en los fogones las instrucciones del vecino Miguel González, los más folixeros abrieron boca con los primeros pinchos de la mañana y algún que otro culín de sidra. Como esos que Norma Esther Martínez y su familia saboreaban en honor a "El Reencuentro" de los abuelos de Sama de Grado.