En Meres se pudieron ver ayer verdaderas reliquias de la automoción, pues se dieron cita 23 camiones históricos para salir en ruta hacia el Naranco, en Oviedo. Es el encuentro anual de la Asociación de Amigos de los Camiones Clásicos de Asturias y fue la primera vez que quedaron también con sus camiones.

El más llamativo fue el Mercedes L315 de José Antonio Cordero, de 1958. Fue utilizado para el transporte de pescado entre Ondárroa (País Vasco) y Barcelona. Lo compró hace tres años y lo restauró. "Es un camión único. Es seguro y cómodo", destaca. Reconoce que desde entonces los camiones han evolucionado mucho y es como "comparar andar en madreñas o en zapatos cómodos". El camionero esgrime que en los últimos tiempos "se ganó en seguridad, consumo, rapidez y fiabilidad mecánica".

El más antiguo era el de Ángel Forcón, un Mercedes Unimog, de 1952. "El gobierno alemán encargó a la marca hacer un vehículo que cumpliera las funciones de un tractor y alcanzara una velocidad de 50 kilómetros por hora", explica. Por lo que es un híbrido de tractor y camión, porque trabajaba la tierra y luego llevaba los productos al mercado.

La familia de José Toledano ya va por la cuarta generación dedicada al transporte en una empresa que fundó su abuelo y ahora lleva su hijo. "Siempre hubo un Pegaso en casa, y vivimos de esto", indica, por lo que no es de extrañar que, aunque esté jubilado, tenga otros dos camiones restaurando. Ayer presumió de su Pegaso Super Comet 1095L DR, de principios de los años 70.

Para Iván Solares, su Ebro B45 tiene un gran valor sentimental, pues fue el primero que tuvo su abuelo. Es de 1962 y además de usarlo para el transporte de sidra en su llagar El Traviesu, de Casquita (Villaviciosa), realizaba algunos portes.

José Luis Suárez también tiene mucho apego a su Land Rover Santana 1300, que fue microbús y transportó ganado. Además de que "rompió mucha nieve", superó un accidente, anduvo más de un millón de kilómetros y va por su segundo motor. Es del año 1968.