Langreo,

Miguel Á. GUTIÉRREZ

La firma de un biólogo langreano arropa un innovador estudio sobre el impacto de las alteraciones del metabolismo celular en el origen y desarrollo de algunos tipos de cáncer. El trabajo -adelantado el pasado miércoles por LA NUEVA ESPAÑA- ha aparecido en la portada del mes de octubre de la prestigiosa revista «Nature Reviews Cancer». La investigación del equipo dirigido por Javier A. Menéndez -coordinador de la unidad de investigación traslacional del Instituto Catalán de Oncología (ICO) y «Asturiano del mes» de LA NUEVA ESPAÑA- demuestra que determinados tumores, como el de mama, presentan similitudes a nivel molecular con enfermedades del metabolismo como la obesidad y la diabetes, por lo que los fármacos que se utilizan para combatir estas patologías también podrían ser útiles contra el cáncer.

-¿Qué aporta su descubrimiento?

-Supone que, después de siete años trabajando en esta línea, la comunidad científica internacional reconoce que ésta es una nueva vía para explicar el origen de los tumores. Venimos de la época de la genómica, en la que se tiende a explicar todo por la acción de los genes y tal vez nos olvidamos un poco de las funciones como el metabolismo. A la comunidad científica internacional le ha costado muchísimo aceptarlo y el reconocimiento que nos ha hecho «Nature» al invitarnos a escribir este artículo nos pone las cosas un poco más fáciles.

-¿Por qué supone un cambio de perspectiva?

-Los resultados obtenidos tal vez supongan el fin de una discusión en la que llevamos inmersos hace más de 80 años. Es una polémica histórica. A principio de los años veinte un alemán, Warburg, fue el primero que observó que las células tumorales tenían un metabolismo alterado y sugirió que esa alteración podía ser una causa del cáncer. Sin embargo, esta teoría cayó en desgracia, posiblemente porque empezamos a entender mucho de los genes implicados en el cáncer. El planteamiento de Warburg nunca se retomó hasta ahora que han salido grupos para estudiar qué pasa con el metabolismo.

-¿Qué protagonismo tienen las causas ambientales en el origen de los tumores?

-Los genes explican parte del proceso, pero el 80 por ciento de los tumores sigue teniendo un origen medioambiental. Si pudiéramos cambiar nuestro estilo de vida hacia hábitos más saludables, algunos tipos de cáncer probablemente no existirían como enfermedad. Por ejemplo, si no fuéramos fumadores, el cáncer de pulmón sería una enfermedad casi residual. Todo influye. Una mala dieta, la bebida o el tabaco son pequeños «insultos» que van a influir o no en la aparición de un cáncer. Es un tema que genera mucha discusión porque es muy difícil cambiar ese papel preponderante que tienen los genes.

-En su trabajo hace hincapié en una visión darwiniana del desarrollo del cáncer.

-El proceso de selección en las células tumorales sigue las mismas pautas que el proceso de evolución de cualquier organismo vivo. Es un procedimiento de microevolución que sigue las mismas leyes de Darwin que nos ha seleccionado a nosotros como especie. El final del proceso, que es el tumor, son aquellas células que están más adaptadas a unas condiciones iniciales que eran realmente difíciles. En nuestros experimentos, al privar a algunas células tumorales de nutrientes observamos que rápidamente activaban el metabolismo lipídico y, cuando a los pocos días, las sometíamos a quimioterapia, comprobamos que se habían vuelto resistentes al tratamiento. Lo que hace SAG es proporcionar al tumor una ventaja evolutiva, un motor de adaptación, cuando hasta ahora pensábamos que no desempeñaba ningún papel. Siempre se creyó que el metabolismo era consecuencia y no causa. Hemos descubierto que para que los oncogenes tengan una función maligna, el metabolismo tiene que estar activado de forma previa.

-¿Cuáles pueden ser las aplicaciones terapéuticas?

-Las diferentes enfermedades tumorales, por ejemplo el cáncer de mama, no son únicas sino que existen distintos subtipos dentro de cada una de ellas que no tienen nada que ver el uno con el otro. Ahora ya se tiende a considerar enfermedades distintas. En los ensayos clínicos no se puede hacer como hace diez años y tratar tumores similares de la misma manera. Debemos elegir el subtipo que de antemano y en teoría sepamos que va a responder mejor a nuestras terapias, en este caso terapias antimetabólicas. Lo que sabemos en cáncer de mama es que el subtipo positivo para el oncogén HER/2 es muy lipogénico y produce muchos ácidos grasos. Probablemente ese subgrupo, que origina un tercio de los cánceres de mama, sea el que empezaremos a analizar en primer lugar. En este subtipo de tumores hemos encontrado que hasta un 70 por ciento de los casos tiene niveles muy elevados de SAG. Nuestra idea es iniciar los ensayos clínicos a mediados del próximo año y tener los primeros resultados en un plazo de cuatro o cinco años.

-¿Por qué es tan complejo trasladar la investigación básica a la fase clínica?

-Una cosa son los experimentos controlados en el laboratorio y otra un cáncer en un paciente. Los tumores son sistemas muy complejos y heterogéneos. Hay interacciones continuas entre las células y los genes de esas células con el ambiente. Eso se multiplica y se convierte en una permutación continua muy difícil de controlar. Por eso no es tan fácil trasladar un descubrimiento de la investigación básica a la investigación clínica. Suele pasar con muchas aproximaciones y muchos fármacos. Cada año se descubren más de mil compuestos que pueden tener un interés en el cáncer y al final los que llegan a la fase clínica, después de muchos años, son cuatro o cinco.

-¿Pueden llegar a sustituir a la quimioterapia?

-Al final quien tiene la decisión de tratar al enfermo es el oncólogo y él utilizará lo que tiene en su mano de la forma más adecuada. Los que nos dedicamos a la investigación básica debemos catalizar lo que se hace en el laboratorio lo más rápidamente posible a la clínica. Eso no quiere decir que suplante para nada los tratamientos que ahora mismo tenemos. Lo que intentamos todos los investigadores del campo oncológico es buscar las dianas más específicas para evitar lo que se hacía hasta ahora, que era matar moscas a cañonazos, utilizar la misma quimioterapia para todos los cánceres. Tenemos que buscar la característica clave de cada tumor para inhibir sólo ésa. La oncología es la ciencia médica que más ha evolucionado en los últimos diez años.

-¿De qué manera?

-Ahora se está utilizando una nueva generación de fármacos moleculares muy específicos que se están combinando con quimioterapia con unos resultados excelentes. Llegará un momento en que se tratará a los pacientes de forma individualizada según las características genéticas de cada tumor. Se busca que los nuevos medicamentos sean orales y que el paciente se los pueda tomar en su casa, sin estar continuamente en el hospital tratándose con inyecciones intravenosas. No sólo es curar el cáncer, sino conseguir la mejora calidad de vida posible para el paciente.

-¿En qué punto del camino se encuentra la investigación oncológica?

-Mucha gente se está aventurando demasiado. Estamos lejos de curar el cáncer, pero cada vez estamos más cerca de manejarlo de la manera más adecuada. Queda mucho por conocer. Por ejemplo, el nuevo concepto de las células madre va a ser una revolución en toda la investigación oncológica. También hay que pensar que cáncer y envejecimiento van de la mano. Es algo intrínseco a nosotros. Hasta ahora pensábamos que cuanto más viejos éramos, más posibilidades teníamos de desarrollar un cáncer. Los nuevos descubrimientos, y en eso tiene mucho que ver López Otín, nos da una perspectiva completamente distinta: que el envejecimiento sea una consecuencia del cáncer. En la etapa juvenil nuestro organismo siempre está activo y vigilante para que no aparezcan tumores pero lo que hace, de forma colateral, es envejecernos. La moneda que pagamos por no tener tumores al principio que nos eliminaría como especie es un desgaste del sistema. Se trata de una revolución en el pensamiento que cambia por completo nuestra perspectiva.

-¿Qué supone haber podido publicar su nuevo descubrimiento en una revista como «Nature»?

-En el mundo de la ciencia dependemos de qué revistas publican los descubrimientos. De qué impacto y qué seriedad tienen. Estamos recibiendo muchas felicitaciones de otros grupos que trabajan con metabolismo y cáncer porque también es un respaldo para sus investigaciones. En todo el mundo yo contaría a siete que se dedican a este campo.

-¿Es más complejo acceder a publicaciones tan prestigiosas para un investigador español?

-Publicar en una revista como «Science» o «Nature» con un apellido hispano es más complicado. Por eso que grupos como el de López Otín estén publicando cada año en revistas como «Nature» desde Oviedo es algo de elogiar. La ciencia, queramos o no, es anglosajona. Las publicaciones netamente españolas que se pueden encontrar en esas revistas son muy pocas. Siempre prefieren que aparezca un autor americano o inglés. Eso no quiere decir para nada que el nivel de investigación en España sea bajo. El lenguaje de la ciencia es el inglés y eso es un factor importante. Los investigadores que no son anglosajones tienen que realizar un doble esfuerzo para expresar sus estudios en el nivel que exige este tipo de publicaciones.

-¿Nota cambios entre las condiciones que tenía para investigar cuando estaba en Estados Unidos y ahora en España?

-Los investigadores de aquí no perdemos la esperanza de que las formas de financiación aumenten y sean más accesibles. Hace falta un esfuerzo mayor porque los fondos y las estructuras que tenemos son limitados. Ese esfuerzo pasa por crear unidades de investigación en los hospitales y facilitar la entrada de los investigadores en la Universidad. Hace falta un cambio de percepción cultural porque en España la cultura científica es realmente baja. Cuesta mucho hacer entender lo que hacemos, para qué y cómo. En parte es culpa de los investigadores porque no abrimos nuestras puertas para explicarlo. Por otro lado, en España, la figura del mecenas en la investigación es algo que casi no existe. Por ejemplo, es interesante que Cajastur cofinancie parte del Instituto Universitario de Oncología (Iuopa), pero hacen falta más ayudas de ese tipo. Muchas vías de investigación que se abren en este país acaban por cerrarse porque no hay vías de financiación y eso es algo penoso.

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