Tomando al pie de la letra en un Diccionario de la Real Academia la palabra «ejemplar», nos daremos cuenta de que encaja en una de sus acepciones como anillo al dedo a este pueblo; dice así: «Que sirve de ejemplo o que merece ser puesto como ejemplo».

Valdesoto es un ejemplo de pueblo por su entorno, por el ejemplar desarrollo de su sociedad, por su paisanaje, que día a día da lecciones de ciudadanía, bien sea colaborando con causas humanitarias a través de su parroquia, organizando festejos, desarrollando actividades culturales y, por qué no decirlo, reivindicando ante quien corresponda sus necesidades cuando éstas son consideradas justas y necesarias. En definitiva, configurando un conglomerado de intereses comunes con un único objetivo: dar ejemplo de ciudadanía y de respeto hacia su entorno y hacia los demás.

Si hablamos de su paisaje, a poco que nos fijemos, el manto verde que cubre un porcentaje importante de su superficie es, posiblemente, uno de los más importantes de la zona central de esta región. Los bosques de Valdesoto, además de por su historia, guardan hoy un verdadero tesoro cinegético, al formar desde Bendición hasta las estribaciones de Peña Mayor un pasillo por el que se desplazan la mayor parte de las especies que los habitan. Estos montes que hoy se muestran espléndidos ya demostraron su auténtico valor cuando hace dos siglos fueron capaces de sorprender al mismísimo Gaspar Melchor de Jovellanos.

Permítanme, ya que recuerdo la figura de Jovellanos, recordar que este pueblo de Valdesoto acunó a don Francisco G. de Jovellanos, a la sazón padre del ilustre ciudadano don Melchor, así que, y sin darnos ninguna importancia, algo se le pegaría al prócer del sentido común y el buen hacer de las gentes de este pueblo, y, como consecuencia, algo habrá tenido que ver Valdesoto en el devenir de la historia de este paísÉ ¡digo yo! Dar un tranquilo paseo al atardecer por su entorno tendría que formar parte del recetario médico, recorrer los diferentes barrios que lo componen representa un auténtico placer para los sentidos; la unión de sus núcleos de población formando un mosaico de tonalidades verdes, en el que sobresalen las notas de color de las miles de flores que aparecen en cualquier sitio, de cualquier tipo y de cualquier manera, en los cuidados jardines, en las macetas que cuelgan de las ventanas, o en el sencillo resquicio de un muro de piedra que permita albergar una semilla, porque seguro que ahí hay una flor; sus viviendas unifamiliares, preñadas de color, que encajan con el entorno, aunque puedan llegar a sorprender, y que se funden en una auténtica explosión de colores, como en una paleta de pintor; sus casonas solariegas, coronadas por el palacio de Valdesoto, de austero envoltorio, con sus preciosas almenas y denso arbolado, en el que guarda su casi secreto jardín de tintes versallescos, hoy desafortunadamente algo desatendido, pero perfectamente recuperable, formando todo ello parte de esa hidalguía pasada y que hoy bien puede ser ejemplo de señorío. No quiero finalizar este escrito sin volver a referirme al pilar fundamental que sostiene todo este entramado, la sociedad, los ciudadanos y ciudadanas de Valdesoto.

Su paisanaje singular, abierto, solidario y trabajador, que supo adaptarse a las exigencias de los tiempos realizando las tareas tradicionales de la tierra y siendo pioneros -allá por el año 1800- en la extracción del carbón en los montes de Carbayín, pertenecientes a la parroquia de Valdesoto, carbón que fue capaz de colocar a Asturias en la locomotora de la Revolución Industrial.

La sociedad, que amolda su contenido, que fabrica su medio y se encuentra cómoda en él (y eso sólo se consigue cuando el interés es general), es una sociedad sana, y en eso Valdesoto es pionero -su tradicional desfile de carrozas, en el que participan todos los barrios, es un ejemplo de ello-. Desconozco si existe algún otro entorno que, cumpliendo con las anteriores premisas de paisaje, historia y paisanaje, disponga además, del poso cultural que aquí hay. El gran número de sociedades existentes, de festejos, culturales, vecinales, folclóricas, deportivas, gastronómicas, etcétera, evidencian el alto grado de compromiso con todo aquello que represente inquietud participativa y calidad de vida.

La candidatura de Valdesoto a «Pueblo ejemplar» de Asturias, sin desmerecer las demás que se presenten, es una apuesta por el presente, por lo que representa, pero sobre todo por el futuro, que vendría a dar un espaldarazo a todas aquellas personas que a lo largo de más de medio siglo vienen haciendo posible que Valdesoto sea un ejemplo de pueblo.

Ángel L. García, fíu de Segundo$27l Llagarón