En uno de mis viajes al universo de Redes, aprovechando la entrega de un diploma de reconocimiento por parte de la directiva de la Aspet, la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo, a la posada Casa Zulima de Caleao por sus desvelos a favor de la gastronomía y el turismo, salió a debate la importante labor social que muchas personas de estos entornos del alto Nalón realizan y han realizado por la colectividad. Y en este sentido, dos elementos de altura aparecieron en escena. Ramón Blanco Pérez y Nicanor Caballín Traviesas, fallecidos recientemente. Sus vidas, casi paralelas y en perfecta sintonía, jugaron un papel destacado en la sociedad casina del último siglo. Trabajadores sin desmayo y abogados de la causa popular, actuaron, a su manera, como mediadores en todo tipo de asuntos que afectaran al sentir del concejo. Uno como ejerciente en cuestiones domésticas de la pensión agraria y el otro, en temas de hostelería. Aquel histórico hostal Balcón del Nalón, en Coballes, donde la dormida y el condumio estaban asegurados, marcó un hito destacado en la promoción del turismo en una época donde hablar del sector servicios era poner una pica en Flandes. Y en ese devenir con el hostal y la cocina diaria pasó sus jornadas Nicanor, para más adelante implicarse en más negocios, con los suspiros del Nalón como estandarte y la renombrada y famosa docena de catorce. La vida le sonrió al bueno y fornido de Nicanor. Era estupendo empresario y a la vez dadivoso con sus paisanos. Siempre tenía una justa palabra que decir y una buena obra que realizar. Sus andanzas humanas y su amor por lo social quedó reflejado en el ámbito de la sociedad a la que sirvió. Genio y figura a la voz popular. Cuando el embalse hizo su aparición por tierras de Tanes el negocio hostelero en toda su extensión desapareció. Las aguas alcanzaban ese emporio empresarial y el destino estaba escrito. No hubo opción. Nicanor Caballín pudo instalarse en otro lugar de la zona y seguir animando el sector con sus ideas. Su decisión fue retirarse y situar a sus empleados en otra empresa de garantía. El hostal Balcón del Nalón se convirtió sólo en un recuerdo grato, donde muchas personas pudieron disfrutar por momentos de la amabilidad, el servicio, la cocina, el baile y el descanso, con el inestimable apoyo de aquella legión de trabajadores capitaneados por Nicanor.

Y si hablamos de Ramón Blanco Pérez, más de lo mismo. Un personaje inteligente de trayectoria amplia y honrada. Amigo de sus amigos y enamorado de su solar casín, a pesar de haber nacido en Cuba. Político de carácter y funcionario municipal, alcanzó la Alcaldía de su concejo en una ocasión, pero era en la trastienda el orientador sagaz en favor de mejorar las condiciones de habitabilidad de sus convecinos. Siempre fue la voz de los desfavorecidos y el hombre que deshacía entuertos por el vasto, sinuoso y montañés municipio de Caso. Trámites diversos y soluciones agropecuarias para salvaguardar el porvenir de sus paisanos. El eco de sus servicios está escrito en la memoria de todos. No hay rincón en el concejo casín donde no se hable de la importante labor de gestión que llevó a cabo Ramón Blanco. Siempre por los demás.

Las palabras son excesivasÉ Los hechos mandan. La gestión solidaria y popular de Nicanor y Ramón está fuera de toda duda. Y de bien nacidos es ser agradecidos, como reza el refrán. Por ello, desde esta tribuna mediática y con el apoyo de innumerables vecinos del alto Nalón, demando al Ayuntamiento de Caso y a su alcalde, Elías Rodríguez Lozano, al objeto de que se tome en consideración la propuesta de nombrar hijos predilectos del concejo a esos hacedores del bien común. Han sido dos elementos populares de base humanista y honradez probada. Su labor: trabajar por la comunidad. ¿Están de acuerdo conmigo? La idea está ahí, espero que cristalice. Sería una manera de agradecer los servicios prestados de hombres con voluntad de hierro