Una vez que se confirmó que a las manifestaciones del Primero de Mayo acudiría parte del Gobierno y la jet set socialista, puse pies en polvorosa en dirección a un lugar donde está garantizado que no encontrarás concentraciones humanas vociferantes.

Unas horas después caminaba por la montaña palentina, disfrutando del sol y el aire fresco. Ningún sindicalista hasta donde alcanzaba la vista. Ni pancartas, ni manidos lemas reivindicativos. Tan sólo el zumbido del viento al rozar las ramas de los pinos y el crujido de los zapatos golpeando sobre el suelo terroso. No hay megáfonos ni conciertos de silbato. Canta el cuco, los milanos escrutan los campos de cereal y los primeros grillos anuncian la llegada del calor. Un perfecto Día del Trabajo.

Ya de vuelta, y gracias a Juan, de Peluches, que me guarda los periódicos cuando estoy fuera, leo las crónicas y veo las fotos. Me gusta hacerlo en el cuarto de baño mientras hago? ¡bueno, y a ustedes qué les importa lo que hago mientras ojeo la prensa! Ahí están Luis María García y Paloma Sainz calentando los músculos para el paseíllo sindical por las calles de Mieres. Lo que hay que ver. El mismo PSOE que a mediados de 2006 sabía lo que se nos venía encima y que mintió a este país hasta hace bien poquito tiene la desfachatez de infiltrarse en las manifestaciones. Y los sindicatos mayoritarios, genuflexos ante el Gobierno que los alimenta, reciben de buen grado la visita de la alta sociedad socialista. Alguien debería hacer el cálculo de los salarios que cobran los componentes de las primeras filas de las principales manifestaciones del 1 de Mayo. Camaradas de diseño a precio de oro.

Imaginen que el Gobierno de Aznar se hubiera sumado a la campaña contra la guerra de Irak y coreado lo de «esto nos pasa por un gobierno facha». Pues lo mismo, versión crisis, están haciendo los «zapateros» y la representación sindical consiente. Es un engaño mayúsculo.

De propina, nos dejaron el pueblo hecho un asco, llenito de pintadas. Qué manía de estropear el mensaje político. La ideología de los que afean las paredes es perfectamente legítima. De palabra o en un papel podría ser hasta defendible. Pero ensuciando un pueblo se hace inaceptable.