Laviana,

J. A. VEGA

La filóloga Rosario Hernández presentó el pasado jueves en el Centro de Innovación y Desarrollo del Alto Nalón (CIDAN) el estudio «Pero este trabajo yo para qué lo hago», centrado en los problemas derivados de los actuales trabajos en precario de las mujeres. La actividad estuvo organizada por la Unión Comarcal de Nalón de CC OO y el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas. La autora estuvo acompañada de José Manuel Zapico, secretario de la Unión Comarcal de CC OO, y Pamela Sánchez, de la Secretaría de la Mujer, que felicitaron a la autora por el «esfuerzo y la valentía» a la hora de enfrentarse con el tema.

La escritora comenzó su intervención recordando a las mujeres «que tienen malestar, desazón, falta de autoestima y ansiedad en su vida personal causado en múltiples ocasiones por trabajos inciertos y mal remunerados y en los que es necesario dar una imagen, cueste lo que cueste». El estudio está planteado para ser leído por cualquier mujer y se aleja de lo que suelen ser escritos para una élite de sociólogas, filósofas o economistas. Se trata de un trabajo de campo en el que la autora entrevistó a veinticinco trabajadoras de Asturias, Madrid, Bilbao y Navarra, mujeres entre 23 y 37 años «académicas, cocineras, camareras, prostitutas, limpiadoras, paradas, cajeras y teleoperadoras». El título del estudio es una frase de una de las entrevistadas cuando se cuestionó las tareas que estaba desarrollando en su trabajo. Y esa fue una de sus reivindicaciones ya que «a las trabajadoras nos gusta que lo que hagamos tenga sentido y no se base en cosas estúpidas».

Para hacer un análisis de la actual situación recurrió a una serie de casos en los que coincide la necesaria polivalencia, voluntariedad y la realización de cursos con lo que «una se levanta con la sensación de estar permanentemente concursando y culpándose si una tarde de sábado está sentada en el sofá cuando podría estar haciendo un cursillo». Esta situación produce una hambruna de tiempo en las jóvenes trabajadoras, «castigadas no con látigo sino con el reloj». Y a esa presión temporal se añade la obligatoria sonrisa, porque hay que dar buena imagen, cueste lo que cueste lo que añade «un cansancio de la comparecencia diaria».

Hernández destacó que los recursos humanos están invadiendo la vida privada de las personas a las que se les inculca que «la empresa es tu familia y debes mimarla». Puso como ejemplo a una cadena de alimentación que edita una revista interna cuyos contenidos hacen referencia a la vida privada de los trabajadores en la línea de las revistas del corazón.

Los problemas en el trabajo conllevan trastornos alimenticios debidos en parte a la falta de tiempo para la comida. «Eso está haciendo que muchas mujeres estén enfermas de cuerpo y mente por la presión laboral a la que están sometidas. Cuando comen en un restaurante o en el comedor de la empresa, eso provoca momentos de tensión, porque no se deja de hablar del trabajo mientras se come». Y eso termina pasando factura ya que «no importa tanto la calidad del alimento como la calidad del momento». En ocasiones esos trastornos se convierten en enfermedades, «lo que demuestra que no es cuestión de casualidad, sino de causalidad». Los nuevos trabajos dejan muchas hernias laborales por lo que se necesitan atenciones psicológicas en la Seguridad Social. Pero Hernández señaló que se da la paradoja de que el aumento de demanda no va acompañado de tratamientos psicológicos de calidad.

Para hablar de la considerable infantilización del trabajo utilizó el ejemplo de las empresas de marketing en las que las trabajadoras tienen que pedir permiso para ir al baño y tienen prohibido hablar entre sí. Para ella son casos ya utilizados en el ejército y las sectas y se hace «no solo por aumentar la productividad, sino para ejercer el control».