Mieres del Camino,

José Ángel GAYOL

Dentro de la programación del Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas tuvo lugar, en el salón de actos de la Casa de la Cultura de Mieres, la segunda charla de las III Jornadas de Historia y Patrimonio Industrial, organizadas por la Asociación Cultural y Minera Santa Bárbara. En esta ocasión, la disertación estuvo a cargo de la historiadora del arte María Fernanda Fernández Gutiérrez, que bajo el título «Proteger e intervenir,... una reflexión» expuso su visión sobre la propia definición del patrimonio industrial, las dinámicas de su reconocimiento o aceptación por la sociedad y las consecuencias que de estas se derivan.

Para la ponente es fundamental que nos demos cuenta de que «el patrimonio cultural es una construcción, no es algo natural que viene impuesto. Por ello, requiere de una serie de agentes que determinen qué cosas van a formar parte de ese patrimonio y cuáles no». Y añadió que «es un proceso real, de manera que lo que se reconoce como patrimonio industrial se conservará y lo que no desaparecerá». Desde el conocimiento fraguado en su ya dilatada experiencia profesional e ilustrando su discurso con numerosos ejemplos, esta historiadora ovetense, aunque afincada en Mieres desde hace más de una década, desgranó las claves de la lucha por el respecto social e institucional hacia este sector del patrimonio cultural. «El punto de partida es el conocimiento. De ahí se se pasa al reconocimiento y se avanza en la protección», señaló Fernández, que apuntó que el siguiente paso es intervenir, promoviendo nuevos usos «compatibles con los valores intrínsecos de cada pieza» y que respondan a las nuevas necesidades sociales. «Un problema enorme es conseguir que una generación de gentes que utilizaron ciertos bienes como algo funcional (lugar de trabajo, herramientas?) identifiquen, descubran y valoren esos bienes como patrimonio cultural».

Ante una nutrida concurrencia, el discurso de María Fernanda Fernández generó un debate. Para la historiadora «debemos ser capaces de analizar lo que tenemos aquí, para luego intervenir y actuar en lo nuestro. Y aclaró que «no es lo mismo proteger que intervenir y que difundir». Como ejemplo de ello puso los tres conjuntos mineros del valle de Turón: el pozo Espinos («que no está protegido, pero que se ha intervenido en él con una apreciable rehabilitación y tiene una buena difusión a nivel de turismo cultural»), el pozo Santa Bárbara («que goza de la máxima protección sin que ello haya supuesto ningún avance a nivel de intervención o difusión») y el pozo San José («que tiene cierta protección por parte de la Administración y ha sido intervenido con poca fortuna, sin que haya mejorado su situación en cuanto a difusión pública).