La situación económica que vive Asturias y especialmente las Cuencas es demasiado preocupante. Por estas latitudes la crisis siempre estuvo próxima a todos y rondó la mayor parte de los sectores, pero con orgullo, sinceridad, esfuerzo y unión, se superaron muchos escollos y el porvenir se tornaba en benévolo con lo que el momento seguía su curso y todos tan tranquilos. Otra cosa era la buena marcha de la renta regional que en las últimas décadas va por debajo de la media nacional lo que empuja al Principado a cotas de poco nivel económico y social. La economía se tambalea pero no cae y esa es la mancha que arrastramos desde hace años y es nuestro particular sambenito.

Las empresas públicas, las privadas y las pymes se defienden como pueden en este proceloso océano y no acaban de ver la calma chicha para poder navegar con seguridad y acción de miras en un barlovento animado. Y lo más lamentable es la falta de empleo, la destrucción de empresas a priori con futuro y la dilapidación de fondos estructurales que se repartieron de mala manera con gestión nefasta para los intereses de estos territorios fatigados por su incierto futuro y por la incompetencia de sus políticos. Y esta realidad enfurece al habitante de estos espacios que no entiende esos despropósitos en tiempos difíciles y preñados de vacío y convulsión.

Yo siempre creí en estas zonas por su valentía a la hora de resolver sus problemas coyunturales, por sus gentes intrépidas y por su antropología hereditaria que se refleja en la solidaridad, en la reivindicación y en el esfuerzo. Datos clarividentes para pensar que el futuro es nuestro y cargado de garantías para las nuevas generaciones de jóvenes que buscan con ahínco ese empleo que el sistema, de manera impune, les niega. Confío en que el porvenir sea nítido y pleno de esperanza, a pesar de los negros nubarrones que en estos tiempos aparecen en el horizonte.

Los sociólogos, esos expertos en vaticinar generalmente las obviedades, nos anuncian malos tiempos para la realidad económica y hablan del paro desbocado sin ver soluciones, la reforma del sector financiero, la carestía de la gasolina, la valoración de los activos inmobiliarios, el aumento de los impuestos, el perfil de los mercados y una retahíla de malas frases que asustan al más pintado. Con estos hechos, lo más saludable será apartarse por un tiempo de seguir de cerca los medios de comunicación, ahondar en el orgullo regional, olvidar a los padres de la patria, pensar más en nosotros mismos, salvar los empleos, financiar buenas ideas, entenderse mejor entre todos, lograr empresas solventes, creer más en los emprendedores y ayudar en lo que se pueda a la verdadera clase empresarial, confiar en nosotros y en esos recursos que están ahí en el recodo del camino y sobre todo que los que tienen el poder ejecutivo se pongan de acuerdo para lograr una gestión de los bienes públicos racional y honrada? Ya sé que puede sonar a demagogia, tanta demagogia como la de los responsables de distribuir los fondos mineros y su posterior empleo en muchas cursiladas y fines inútiles.

De todas formas, Asturias y las Cuencas todavía tienen recursos suficientes para salir de este marasmo cuasi perenne y abrirse al resto de España y del mundo. En caso contrario y si vienen mal dadas siempre nos quedará la opción de convertir este septentrión y estos valles en un inmenso ecoparque donde albergar fauna diversa. Bisontes polacos en Redes, Dinosaurios en Muniellos, Osos astures en Somiedo, Ballenas en Luarca, Perros Silvestres en Cabrales y Camaleones en Ibias? El turismo internacional, a tenor de este mosaico medioambiental, tendrá un buen destino en este viejo e ilusionante Paraíso Natural. Ese paraíso que necesita un hombre de aquí, que sigue atrincherado, único trabajador, en la empresa Venturo XXI, ese complejo fallido y fantasma enterrado en dinero público y hundido financieramente por malos y burdos gestores políticos? Y no pasa nada. Sabino Fernández Iglesias, harto de estar harto, se merece más razón y verdad.