Las cosas como son, pero a mí esto del «69» me «sonaba» -menos a música bien orquestada- a otra cosa muy diferente. Tres días rompiéndome la cabeza qué le puedo pedir yo a este número tan revelador y sencillo en aritmética, que delante tiene el 68 y detrás el 70. Hasta tiré de Google y le «pregunté»: «Anda, ayúdame, dime algo acerca del?». Y entonces surgió la generación del 69, que es algo tan amplio que va desde los comienzos del 60 del pasado siglo hasta el 80. Pero aquí tampoco deseo entrar en tan amplios detalles transcurridos. Pero, lo más genial en estos momentos, es que estoy devanándome los sesos para acabar de una puñetera vez lo que me ocupa -y hasta me preocupa- en la madrugada del día 13 y viernes del cte. mes de abril, significativo y de mal agüero para las culturas anglosajonas. Así que todo esto se convirtió en un verdadero galimatías para un servidor de ustedes, porque tendrían que haber empezado con una correcta información del por qué elucubro sobre el original número 69, que para mí y en este año bisiesto cae en martes y es 10 de abril: ¡coño!, porque es mi cumpleaños. Seamos prácticos, por tanto.

Creo que fue el aniversario que más gente me felicitó. Algunos con ironía, otros por cordialidad y estar pendientes de mí persona, aquellos menos - y como uno me decía en su mensaje de móvil-: «En mi agenda aparece?». Porque también está claro que vivimos de las anotaciones y el día que no apuntamos «tal cosa», a morir los caballeros, mal asunto. Así que ese martes decidí cumplir 68 +1, porque 70-1 era correr demasiado, desterrando el correcto cumpleaños de 69, para un servidor de ustedes que cumple abriles y, encima, es Aries, que para mi significación particular es alguien así como muy peleón y guerrero, y a veces hasta defensor de injustas causas. Ahora que, eso sí, tenemos un corazón «así de grande», donde nos cabe toda la humanidad. Y pienso yo ahora, ¿llevo sesenta y nueve años haciendo todas esas cosas? Ca, ni me lo creo honradamente.

Aquellos que dicen, opinan, especulan, les divierte que tan repetido hoy y aquí el 69 es número sexual por excelencia, me recuerda al viejo chiste de Jaimito, cuando en clase a la «seño» se le ocurre preguntar sobre lo que tenemos más a mano. Así, a Pepito le pregunta qué es lo que tiene en su mano derecha, a lo que niño responde sin titubear «un lápiz». A Romualdito también le hace la sencilla consulta de que tiene dentro de sus zapatos, a lo contesta también sin pensarlo: «Los pies, seño». Cuando llega al complicado Jaimito intenta saltárselo, pero es el niño el que aborda a la profe y es él el que pregunta: «Seño, ¿a que no sabe qué tengo entre las piernas?». Con el pánico que tenía al muchacho, se queda muy seria y le dice: «Jaimito, eso es una grosería: ¡cállate!». Pero como no puede callar, le responde: «Seño, creo que se equivoca usted de todas todas. Como estoy sentado de lado, tengo entre mis piernas la pata de la mesa». «Muy bien, Jaimito, así me gusta que por una vez no sueltes una impertinencia». Y sigue preguntando al resto de la clase. Y cuando ya acaba, Jaimito se levanta y le repite la misma pregunta anterior: «¿A qué no sabe que tengo entre las piernas?». La educadora sonríe y le dice: «Anda, siéntate, ya nos has dado la respuesta». A lo que el pícaro niño le espeta entonces: «Pues no. Lo que tengo es lo que estaba usted pensando antes». Y cierro, porque tendré que opositar todo un año para mejorar y alcanzar un número tan redondo y menos malicioso como es el 70. ¡Señor, qué cruz!