Langreo / Olloniego, L. M. D.

Hierro, cobre, acero y chatarra en castilletes, vagones, raíles, tuberías, marcos para las galerías... Las explotaciones mineras son auténticos pozos de riqueza para los ladrones de chatarra y metal, un tipo de actividad ilícita al alza en estos tiempos de crisis. Los robos en pozos mineros en desuso se han ido incrementando en los últimos meses, alcanzando niveles prácticamente surrealistas: en el antiguo pozo Olloniego de Hunosa (Oviedo) arrancaron y se llevaron una pata del castillete, una estructura en trámites de ser considerada Patrimonio Cultural. La pieza sustraída mide unos 6 metros de largo y pesa cientos de kilos de peso. En otra explotación -Pumarabule, en Siero- en un mismo día, con poco tiempo de diferencia, se sorprendió a dos grupos de personas entrando en la zona con camiones para robar materiales.

Desde hace unos días, el castillete del pozo Olloniego está cojo. Falta un trozo de su pata delantera derecha, la parte que va directamente unida al suelo, de unos seis metros de longitud, una pieza de metal que, para su transporte tuvo que ser llevada, como mínimo, en un pequeño camión. En enero de 2011, la por entonces Consejería de Cultura y Turismo del Principado inició los trámites necesarios para incluir este castillete dentro del inventario de Patrimonio Cultural de la región. Esta estructura del también llamado pozo San Frechoso se construyó, según Cultura, «alrededor de 1955». Se trata de «un castillete metálico de soldadura, construido mediante una estructura de hierro reticulado». Este castillete sobresale porque cuenta con un embarque (la zona por la que se entraba a la jaula) organizado en dos alturas, «algo excepcional».

Por su parte, en el pozo Pumarabule se produjo, hace unos días, una situación singular. Un guardia de seguridad de Hunosa alertó a la Guardia Civil de la presencia de intrusos, con un camión, en las instalaciones del antiguo pozo de Carbayín, cerrado en 2005. Cuando la benemérita se presentó en la zona, no eran ya uno, sino dos, los grupos de personas que había en la zona, con vehículos pesados, dispuestos a llevarse materiales metálicos de cualquier tipo de la vieja mina. El año pasado se produjeron en las instalaciones del Pumarabule una serie de incendios -alguno de ellos de grandes dimensiones- que los vecinos achacaron a los ladrones que entran en la zona para llevarse metal y chatarra.

Estas situaciones extraordinarias se unen a los habituales robos en las instalaciones industriales en desuso. Para frenar el expolio de sus bienes, Hunosa está reforzando la vigilancia de los pozos y edificios de su propiedad que no están en funcionamiento y, en algunos casos, está tapiando sus entradas.

Langreo, L. M. D.

Cobre. Esta parece ser la palabra mágica que está centrando buena parte de los procesos judiciales en Asturias en los últimos meses. El recrudecimiento de la crisis está haciendo que en las Cuencas, y en Asturias en general, los robos de materiales metálicos en obras, instalaciones industriales y almacenes se hayan disparado.

En febrero, la Policía Nacional detuvo a un empresario de la chatarra de la zona por comprar, al menos, 40 toneladas de metal procedente de posibles robos. La Policía también ha detenido a ladrones de chatarra y cobre en las obras del soterramiento de las vías de Langreo, en almacenes de Feve en La Felguera y en los paseos fluviales -llevándose el cable de las farolas-. En una ocasión, a finales del año pasado, llegó a detenerse a tres jóvenes en Ciaño por arrancar el cableado de las arquetas de la luz del barrio del Pompián, lo que dejó sin suministro a la zona por unas horas. En 2010 y el primer trimestre de 2011, sólo en Langreo, se sustrajeron 32.000 metros de cable de alumbrado, valorado en unos 65.000 euros.

En Oviedo, en los tres primeros meses del año, ya se superó la cantidad de cable robada en el concejo en todo el año anterior. De esta forma, en los 31 robos de cobre documentados, los «cacos» se llevaron más de 13.334 metros de todo tipo de cables de cobre, valorados en algo más de 42.000 euros. En Avilés se vive una situación similar a la de Oviedo y Langreo. El año pasado se sustrajeron 18 kilómetros de cable de cobre, que costaron 28.000 euros. En tan solo dos años, este tipo de robos le costaron al concejo avilesino 42.000 euros.