La vida ajetreada y bien vivida culminó estos días para un lavianés ejerciente y un trabajador intenso de la cosa municipal, pero en paralelo utilizó sus manos y su mente despierta para trajinar aspectos relacionados con el universo de las motos y los relojes.

Manuel Piedra Campomanes de linaje local de siempre, fue todo un revolucionario en el montaje de motores y en la ciencia de la relojería. Eran aficiones convertidas en realidades laborales. Su taller de bicicletas, motos y algún que otro vehículo a motor significó en los años cincuenta el paradigma de lo notable, lo auténtico y lo expeditivo. Todo el valle del Nalón y parte de Asturias tenían a este entusiasta de la mecánica como a un salvador por sus puestas a punto, sus arreglos y sus inventos para solucionar complicaciones variadas. Todas las vespas, las lambretas, los sidecares y los populares isocarros del momento, repartidos por estos entornos, pasaron por las manos de Manolo Piedra que dominaba como pocos las entrañas de aquellos viejos motores y el mecanismo de las máquinas del momento. Y las bicicletas a motor son obra de su singularidad e ingenio. Por estos pagos y en aquellos años no se hablaba de otra cosa y representaban unos sencillos artefactos que muchos trabajadores utilizaban para recorrer la distancia de sus hogares al centro productor y lo más importante a bajo precio.

Y si hay que hablar de relojes, es decir relojes especiales y de tamaño amplio, pues más de lo mismo. Durante más de sesenta años Manolo Piedra se encargó de poner en hora y acondicionar el reloj situado en el frontispicio del edificio consistorial de La Pola y en ocasiones el arreglo de muchos de Asturias y de otras localidades foráneas. En poco tiempo se hizo famoso por sus trabajos relojeros a gran escala y las demandas atravesaron el puerto de Pajares y el de Tarna. Alguien comentó que en una ocasión lo llamaron para echar un vistazo al reloj de la Puerta del Sol de Madrid? Pudo ser y tratándose de este experto "manitas" no quedaba otra que tomarlo como una realidad palmaria.

Manolo Piedra Campomanes todo un activo superviviente, pues superó con entereza y gracias a su naturaleza siete infartos de miocardio, no pudo hacer frente a la llamada final de Zanatos y sucumbió como un guerrero griego entregándose con estoicismo a esa inevitable muerte. Vivió con estilo y tesón, dejó huella sincera por su carácter afable y se mostró siempre como un hombre bueno agarrado a la realidad humana. A sus hijos Ángel y Ana María mucha resignación y apuntarles que han tenido un padre especial por su pintoresquismo y «savoir faire». El reloj del Ayuntamiento Lavianés ha quedado fijado en la hora mortuoria. Sus agujas están arrugadas y sujetas a la aflicción por la desaparición de su mentor y su patriarca. Y las campanadas ya no suenan como siempre? Las manos amigas se han ido para siempre.