Entre los retos que deberá abordar el Gobierno regional del PSOE se encuentra el relativo a esa propuesta, que ya en su día había expresado el ejecutivo de Cascos y que ahora de alguna manera resucita el PP asturiano, sobre que el lobo sea incluido en el catálogo de especies cinegéticas.

Desde la noche de los tiempos el ser humano y este indómito cánido han establecido un duelo en la cumbre de la cadena alimentaria, una feroz competencia por la supervivencia, pero también un vínculo de mutua desconfianza y a la vez de respeto, conocedores ambos de la inteligencia y fortaleza de su oponente. De ahí han surgido leyendas y mitos que hasta nuestros días envuelven a este portentoso animal en tinieblas y supersticiones infundadas.

Tras el arduo proceso de recuperación de la especie, proceso que ha conllevado décadas de esfuerzos, la medida encaminada a «liberalizar» su caza pondría en peligro la propia existencia del lobo ibérico y por consiguiente el equilibrio de nuestro ecosistema ya que si bien es cierto que el lobo en ocasiones perjudica a la cabaña ganadera no es menos cierto que -con el adecuado compromiso y apoyo de las autoridades- puede convertirse en un excelente aliado en el control de otras especies de nuestra fauna autóctona tales como el jabalí cuya proliferación desmedida puede tener efectos mucho más nocivos que los derivados de la población lobera. No queda tan lejano el caso de la epizootia que atacó a los rebecos y es en situaciones similares donde el lobo, como depredador, constituye un magnífico regulador de esas poblaciones animales favoreciendo el proceso de selección natural.

Desde una perspectiva política parece claro que los motivos que en su día habían llevado a Foro a hacer este planteamiento eran meramente economicistas ya que si el lobo pasa a ser especie «cazable» serán las asociaciones de cazadores quienes deban asumir las indemnizaciones por daños achacados a este cánido. Es verdad que por mucho que arrecie la crisis aún existen elites sociales dispuestas a pagar para satisfacer su apetencia de participar en una montería lobera pero no es menos cierto que la mayoría de los cazadores asturianos son trabajadores, profesionales y pensionistas con ingresos medios que se verán perjudicados por el encarecimiento de los costes derivados de la práctica de esa actividad deportiva.

Por otra parte también los ganaderos, ese sector que con frecuencia ha de soportar la carga de la conservación del lobo, deberían ser compensados con medidas concretas encaminadas a aliviar los daños ocasionados. Algunas medidas a estudiar podrían pasar por:

1.º- La actualización y adecuación del baremo de indemnizaciones así como la agilización en el cobro de las mismas.

2.º- Delimitación de las zonas de mayor presencia lobera y aplicación de medidas fiscales favorecedoras para los ganaderos que ejerzan su actividad en dichas zonas.

3.º- Puesta en marcha de un programa de mastines adiestrados en el pastoreo consistente en que el ganadero aporte el ejemplar y el Principado gestione el adiestramiento.

4.º-Puesta en marcha de un Servicio de Veterinario Forense para determinar con todo rigor científico qué bajas en la cabaña son causadas por ataque de lobo y cuales por otras circunstancias. De hecho, invertir en la creación de un Instituto Veterinario Forense podría convertir a nuestra Comunidad en referente nacional en esa especialidad, con lo que de positivo conlleva.

Así pues, se trata de buscar una senda sostenible que no condene al lobo a la extinción y que permita al tiempo desarrollar la actividad agrícola y ganadera sin olvidar que la globalización, la Política Agraria Común de la Unión Europea, los intermediarios y la especulación han causado objetivamente un daño mucho mayor a nuestro sector agroganadero que los esporádicos ataques del lobo.

En definitiva, es preciso preservar y proteger también al ganadero como garante de la vida en los pueblos, como custodio de una cultura rural que languidece pero sin que ello conlleve renunciar a que en las noches de Asturias se siga escuchando el interminable y ancestral eco del aullido del lobo puesto que supondría una tragedia el que las generaciones venideras tuvieran que recurrir a grabaciones y archivos sonoros de Internet para poder reconocer la llamada atávica de esta formidable criatura.