María nació y vivió en Cuba hasta hace medio año. En junio recibió una llamada que le cambió la vida: sus padres le decían desde España que todo estaba listo para recibirla. Los trámites resueltos, su habitación ya amueblada. Así que María, de 15 años, voló desde Cuba con su hermano Paulo, de 8. Es la historia de los hijos de un matrimonio cubano que vive en la comarca del Nalón. Como ellos, son muchos los jóvenes y niños que dejan su país por un futuro mejor. Pocas veces son parte activa en la toma de decisiones y, al llegar al destino, la adaptación no es fácil. Los colectivos pro inmigrantes de las Cuencas han detectado un repunte en los problemas de integración en las aulas. La causa principal, dicen, es la crisis económica: el paro y los estereotipos que dañan la imagen de los extranjeros. También la menor presencia de extranjeros en las aulas, ya que sólo un 3 por ciento de estudiantes son inmigrantes. Es una tasa menor a la registrada antes de la crisis, en 2008 alcanzaba el 4,7 por ciento.

De vuelta a la maleta de María. En la que metió su ropa, aún sabiendo que necesitaría nuevas prendas para el frío, y una buena dosis de valentía.: "Sabía que tenía que venir, porque esto lo hacen por mi futuro. A mí me preocupa mucho el futuro, estoy obsesionada, no quiero dejar nada al azar", explica. Se lo han enseñado en casa. Su madre, Jeanette García, es médica: "Mi marido llegó primero, luego yo. Teníamos claro que el objetivo era que todos estuviéramos juntos y recibimos mucha ayuda de la Asociación 'Intervalo'", señala.

La familia estuvo reunida en Langreo en un plazo de año y medio. Dice Benjamín Braga, presidente de "Intervalo", que "ellos (la familia de Jeanette García) tenían claro cuál era el objetivo, una vida mejor para todos. Yo creo que es una buena decisión, porque una estructura familiar sólida mejora la adaptación de los jóvenes y los niños". La prueba está delante de sus ojos. María dice que no tiene ningún problema con sus compañeros, más allá de las diferencias culturales. "En Cuba siempre te preguntan qué pasa, qué ocurre, si dices que has tenido un día feliz. Aquí me dicen 'bien por ti' y ya está, percibo que los chicos y las chicas son un poco más cerrados". A su hermano Paulo también le va bien. Aunque reconoce, en voz baja, que hay "unos pocos niños que me molestan mucho". ¿Por ser cubano? "No, porque soy el nuevo, y ya está".

Puede que la respuesta sea así de sencilla. O puede que no. Benjamín Braga asegura que algunos docentes se han puesto en contacto con la entidad para informarse sobre qué pautas seguir para mejorar la integración: "Yo creo que el problema es más de clasismo que de racismo", explica el presidente de "Intervalo". Añade que "una familia estructurada y con recursos, como la de Jeanette, recibe un trato mejor que una familia de inmigrantes sin trabajo y con muchos hijos en edad escolar". "Nadie quiere estar al lado de la miseria", sentencia Braga, tras décadas al frente de una entidad dedicada a los inmigrantes que llegan con poco o nada a las Cuencas.

La Asociación de Mujeres Inmigrantes "Las Golondrinas" de Mieres sí conoce casos de racismo en las escuelas. "No te pasaré la pelota, porque eres negrito", le dijo un niño de ocho años al hijo de una mujer miembro de la entidad. Ocurrió en un colegio del casco urbano de Mieres. "Son situaciones que se dan porque los niños escuchan cosas en casa que no deberían de escuchar", afirma Gladys Nieves, presidenta de "Las Golondrinas". Falacias peligrosas que, en algunos hogares, se repiten hasta la saciedad: "Sólo hay ayudas para los inmigrantes", "he perdido el trabajo porque los de fuera lo hacen por cuatro duros" o "primero hay que ayudar a los de aquí". "Son frases que se dicen sin tener en cuenta el daño que puede hacer al niño que las escucha", destaca Nieves. Los pequeños, en ocasiones, ven en sus compañeros inmigrantes "la causa de los males que pasan en sus casas".

En las escuelas e institutos, coinciden "Intervalo" y "Las Golondrinas", se esfuerzan porque todo marche bien. "Con nosotros, la dirección y los docentes, han sido todos maravillosos", matiza Jeanette García. Algunos centros, incluso, han solicitado a los ayuntamientos la implantación de cursos de español para inmigrantes. Así buscan mejorar la relación entre alumnos y también entre las familias que forman parte de la comunidad educativa. "Intervalo" organiza, desde hace dos años, actividades en colegios para dar a conocer otras cultural. La entidad "Las Golondrinas" intenta hacer lo mismo en el Caudal aunque, por el momento, están buscando fondos para paliar el descenso de socias que han registrado desde el inicio de la crisis.

Es necesario un esfuerzo extra, aseguran, porque los niños y jóvenes son los que más sufren "los contras" de ser inmigrante. "En muchos casos, llegan como parte del equipaje. Cuando ya están aquí, los más pequeños se dan cuenta de todo lo que tienen por delante y, en muchas ocasiones, se sienten perdidos", explica Benjamín Braga.

María ya sabía el duro trámite que tenía por delante cuando cerró su equipaje en Cuba. Se emociona recordando que estaba a punto de cumplir un sueño cuando dejó su país: "Me aceptaron en una buena escuela, a la que fueron mi tía y mi mamá. Empezar a estudiar allí era lo que más quería", reconoce. Este curso se esfuerza por conseguir notas brillantes, aunque le ha costado adaptarse al sistema educativo del país. "Tengo que elegir especialidad muy pronto, allí es el mismo Bachillerato para todos". En Cuba pensaba estudiar turismo pero, ahora en España, considera que tendrá más oportunidades si cursa una ingeniería. Al pequeño de la familia le gustaría ser científico o jugador de baloncesto, lo está decidiendo. Ahora va a clases de natación, "en Cuba no había", y ya tiene una novia en la escuela. Empezó a echar de menos su colegio de Cuba, el Mariana Grajales, cuando vio el patio de su escuela en Langreo: "Es más pequeño y ya no puedo jugar a interpretar películas de acción, lo que hacía en casa". Cuando habla de "casa", sigue hablando de Cuba.