Noviembre de 1937. Luis Cienfuegos viaja en un camión junto a otros prisioneros. Les han dicho que es un traslado desde la prisión improvisada de Moreda (Aller), en la que ha pasado los últimos días, hasta la cárcel de San Marcos (León). El camión frena inesperadamente a un par de kilómetros del pueblo de Pajares. Un grupo de hombres armados ordenan a los prisioneros que bajen del camión.

Marzo de 2017. La Asociación de Familiares y Amigos "Fosa Parasimón" acaba de presentar una solicitud ante la Consejería de Cultura para obtener un permiso que permitirá exhumar la fosa de Parasimón. Es un enterramiento ya localizado, en las inmediaciones del Ruchu (Pajares, Lena), en el que casi con total seguridad está enterrado Luis Cienfuegos. Son sus nietos, y otros familiares, los principales impulsores del proyecto. Al frente de la campaña, que podrá empezar entre la primavera y el verano, estará un equipo de doce profesionales. Francisco Etxeberría, reputado experto y presidente de la Sociedad Aranzadi, encabezará la investigación antropológica. Antxoka Martínez se hará cargo de las indagaciones arqueológicas.

El frío del alto de Pajares cala hasta los huesos a Luis Cienfuegos. Ve como él y otros nueve prisioneros son separados del grupo. Los llevan monte arriba y los distribuyen en una línea recta y es entonces cuando Cienfuegos, un trabajador del Ayuntamiento de Aller militante de Izquierda Republicana, cae en la cuenta: esos hombres armados están formando un pelotón de fusilamiento.

La excavación de la fosa de Parasimón será la segunda de un enterramiento de la Guerra Civil en las Cuencas, la tercera en Asturias. La propuesta para la exhumación llega después de años de trabajo, en los que los expertos han podido ya documentar detalles sobre la ubicación y la ejecución de los hombres. En un informe de 2013, establecieron que el número de disparos realizados por cada tirador fue muy elevado. Esto indica, según el arqueólogo Antxoka Martínez, "una evidente falta de práctica en el manejo de las armas o una situación de extremo estrés". Estiman que la fosa guarda entre diez y doce cuerpos. La intención del equipo es llegar, si el estado de los restos lo permiten, a una identificación de ADN.

Reconocerlos fue casi imposible en 1937. Cuando los hombres cayeron al suelo, los ejecutores los desfiguraron con navajas y las culatas de las armas. Alguien encontró los cuerpos, y llamó al maestro del pueblo para que los jóvenes de la escuela los enterraran bajo el monte de Pajares. Sólo conocían a Luis Cienfuegos que, aunque casado en Aller, era natural de Parana.

"Queremos recuperar la memoria de mi abuelo", afirma José Antonio Naves Cienfuegos. Es el hijo de María Luisa, la mayor de los hijos de Luis. Tenía otros cuatro: Maruja, Paco, Pepe y la pequeña, Ángeles. Para ellos y para su mujer, Amadora Fernández, fue el último pensamiento de Luis Cienfuegos antes de que todo acabara.