Me gustaban muchos las pinturas de Menchu Lamas (Vigo, 1954) de los años ochenta, cuando el grupo Atlántica. Me atraían aquellas caprichosas morfologías de aspecto tan totémico, en ocasiones mágicas criaturas que podían entenderse como primitivas fabulaciones y, en todo caso, muestras emblemáticas del "genius loci" galaico en la onda de los neo-expresionismos europeos entonces vigentes, y en concreto de la ecléctica y ornamental transvanguardia italiana. Fueran peces, pájaros, perros o gatos, pero también hélices, jarros o abanicos, me gustaba sobre todo el vigor de aquellos iconos de sólida condición, figuras aisladas y compactas ocupando la centralidad de la obra, como incrustadas en su espacio con su geometría de linealidad contundente, sugestivo diseño y personalizado cromatismo.

Tuvimos luego noticia de la evolución de su pintura, claro, pero no siempre tuve ocasión de verla y pensarla con amplitud y cercanía, como ahora sucede. Eso me da pie a pensar que la pintura de Menchu Lamas a lo largo de las dos últimas décadas ha ido evolucionando, al menos así me parecía y me parece y de acuerdo con la lógica de los tiempos, hacia ese peculiar fenómeno de una abstracción que, enriquecida por elementos realistas, simbólicos, lingüísticos, gestuales o geométricos, amplió sus horizontes para convertirse en una pintura contextual. Enriquecida pues y contagiada de nuevas ideas y asociaciones, la neo-abstracción se dio por llamar conceptual, redefinida, adjetivada o sintáctica, entre otros. A esa pluralidad de denominaciones me permitiré añadir otra de cosecha propia, aunque con ayuda del María Moliner, que es diccionario muy inteligente y a veces también muy poético: "abstracción sintáctica figurada", obtenida parafraseando la definición que propone para el término lingüístico "sintaxis figurada", es decir, "la que altera las reglas generales por razones expresivas, con libertades que surgen de manera espontánea en el uso". Sé que habría que matizar esto pero, con todo, me parece una buena manera de acercarse a la pintura de Menchu Lamas.

Y en este acercamiento se verá hasta qué punto y de qué manera ha llegado a ampliar los horizontes de su pintura según los rumbos antes comentados, dando paso el protagonismo de aquellos anteriores y característicos iconos, a estos nuevos territorios tan expresivamente expansivos, tan visualmente complejos y pictóricamente eclécticos y contaminados.

Es de admirar la personal y múltiple imaginería que Menchu Lamas incorpora a sus obras; el énfasis en lo gráfico y el amplio repertorio de signos, formas, figuras geométricas, pinceladas y manchas, en algunos casos convertidos en señas de identidad, como las manos, círculos y siluetas, quizá asociadas a referencias personales, huellas y sombras, sean blancas u oscuras. Y luego cómo ese aluvión de elementos pictóricos confluyen y se ordenan en un proceso compositivo solo aparentemente azaroso o intuitivo. Porque el lenguaje entre gestual y geométrico, abstracto y figurativo pone en pie unos planteamientos espaciales sugestivamente flotantes, inestables a primera vista pero sólidamente asentados en la gran coherencia estructural de su construcción y atractivos en su luminosidad y cromatismo.