Hoy, Brasil-Corea del Norte. Lo sabemos todo de la selección de Brasil, y no sabemos nada de la selección de Corea del Norte. Brasil aspira a ganar el Mundial, y suponemos que Corea del Norte aspira a algo, pero no sabemos muy bien a qué. Todos los niños del mundo saben quién es Kaká, pero pocos niños conocen a Jong Tae-Se. Brasil será la sede del Mundial de fútbol de 2014, y Río de Janeiro albergará los Juegos Olímpicos de 2016. Corea del Norte sólo es un país que está al norte de Corea del Sur. Y, por todo eso, me gustaría que Corea del Norte diera la gran sorpresa y ganara a Brasil. No sé si una victoria de Corea del Norte frente a Brasil, o un empate, o incluso una derrota por la mínima sería bueno para el fútbol, pero sí sería bueno para el espectáculo, para saber a qué aspira la selección de Corea del Norte, para que los niños sepan quién es Jong Tae-Se y para que Corea del Norte deje de ser sólo un país que está al norte de Corea del Sur. ¿No dicen que la historia se repite?

En el Mundial de Inglaterra de 1966, la selección de Corea del Norte se enfrentó a la de Italia en Ayresome Park, en Middlesbrough. Chupado. Un ojeador italiano comparó a la selección norcoreana con un grupo compuesto por once Charlie Chaplin. Ja, ja, ja. Qué risa. Los norcoreanos ganaron 1-0, en la mayor sorpresa de los Mundiales de fútbol. ¿Y cuál fue la recompensa de los futbolistas norcoreanos? Según Kim Eung-Sur, el jefe de su delegación, como mucho podían esperar un certificado de mérito del gobierno. ¿La recompensa de los italianos? Un abucheo histórico de sus compatriotas cuando volvieron a casa. Aquella victoria trágica (para los italianos) de Corea del Norte podría repetirse hoy como farsa (para los brasileños). No será así, por supuesto. Petronio, el árbitro romano de la elegancia, decía que en algunas ciudades romanas había más dioses que habitantes, y parece que en Brasil hay más futbolistas (muchos de ellos, dioses del fútbol) que brasileños. No parece que en Corea del Norte suceda lo mismo. Pero que la historia de la victoria de Corea del Norte ante Italia en el Mundial de Inglaterra no se repita como farsa en el Mundial de Sudáfrica no quiere decir que la selección brasileña esté por encima del bien y del mal.

Al fútbol brasileño le sucede lo mismo que a «La Santa Cena», la pintura mural de Leonardo da Vinci que Dan Brown puso de actualidad en su novela «El código Da Vinci» y que podemos ver en la iglesia de Santa Maria Delle Grazie, en Milán. «La Santa Cena» que hoy vemos sólo contiene un veinte por ciento del original, puesto que el ochenta por ciento es posterior a Da Vinci. La obra original era extraordinariamente frágil, y fue retocada dos veces en el siglo XVIII, una en el XIX, cuatro en la primera mitad del XX y otra entre 1989 y 1999. Pero si hablamos de fragilidad, hay que hablar del Brasil de Pelé que todos tenemos en la cabeza. De aquél Brasil sólo queda, como mucho, un veinte por ciento. El ochenta por ciento restante es producto de profundas restauraciones, actualizaciones, retoques, limpiezas y adaptaciones que hacen que Pelé-Da Vinci siga presente en la iglesia del Mundial, pero sin ser lo mismo. No digo que no sea necesario retocar y adaptar el fútbol a los nuevos tiempos (mejor un Brasil retocado que un Brasil destruido), pero sí creo que no debemos esperar grandes cosas del Brasil de Kaká, ese equipo que sólo conserva el veinte por ciento de la magia de Pelé. Suficiente, en todo caso, para que el partido ante Corea del Norte no se convierta en una farsa.

La diferencia entre la fragilidad de «La Santa Cena» de Da Vinci y la fragilidad de la selección de Brasil está en que a Brasil no le hace falta un Dan Brown que ponga de actualidad su «jogo bonito» porque la selección brasileña, aunque sólo conserve el veinte por ciento del original, siempre es noticia. Gane, empate o pierda con la selección de Corea del Norte, ese país que dicen que está al norte de Corea del Sur.