La sensación de día torcido se confirmó al rebasar la media hora. La única jugada trenzada del Oviedo dejó a Nano con el balón en la banda, su centro se paseó por el área local hasta llegar a los pies de Abasolo, en un «remake» de lo acontecido en Lugo. Esta vez el vasco optó por recortar al defensa y el zaguero evitó milagrosamente en el empate.

Antes del descanso, el asunto pasó a ser más serio de lo que se creía. Parte el Oviedo con la vitola de equipo competitivo, capaz de imponerse en los duelos individuales y rentabilizar la estrategia al máximo. En La Roda ocurrió todo lo contrario. El segundo tanto se encarga de echar por tierra lo anteriormente descrito. Una falta desde el centro del campo puesta al corazón del área de Lledó fue peinado por Mejías a la red. Los azules fueron incapaces de imponerse en el duelo a su marca, una de las líneas maestras del plan diseñado por Pacheta. Definitivamente, por si no había quedado meridianamente claro, ayer no era el día.

Intentó el técnico azul la reacción tras el descanso. Sólo la plantilla sabe de lo que se habló en este vestuario. La respuesta fue un equipo con demasiados remiendos y la impresión de querer nadar a contracorriente a demasiados kilómetros de la costa. Pelayo y Jandrín pusieron el picante tras el intermedio con dos ocasiones claras, pero Bocanegra conservó intacto su arco. La ansiada reacción se cortó de pleno a los siete minutos. Pascual entró con dureza en el centro del campo, quizás en una demostración de que por entrega no quedaría. Se pasó de revoluciones y el árbitro le enseñó la puerta de los vestuarios.

Tampoco es que la expulsión alterara el plan azul. Los balones largos y esperar que el rechace sonría no cambia demasiado dependiendo del número de zagueros en liza. Otra cosa es el peligro del espacio dejado a las espaldas. A los 30 minutos del segundo acto se volvió a comprobar. Negredo agarró a Iker Torre en campo local y el árbitro le mostró una roja sorprendente. Tres minutos después, Sergio Ortiz hacía el tercero sin aparente oposición. Demasiados golpes para la maltrecha moral oviedista, que centró entonces sus esfuerzos en alcanzar el minuto 90.

Entre la copiosa lista de defectos, críticas y achaques del equipo azul, la cita de La Roda deja también algunas noticias positivas, poco trascendentes en comparación con la decepción de la derrota. Aitor Sanz es definitivamente una de ellas. Es complicado explicar lo que representa el madrileño en este equipo sin ver en directo uno de sus partidos. A poder ser uno que acabe en derrota, escenario elegido por muchos para evaporarse. Su segunda parte de ayer fue un manual avanzado de líder de un grupo. Sin estar especialmente fino en el apartado estrictamente futbolístico, Aitor Sanz se lució en cada pequeña acción: bregó, mandó, corrió, abroncó a sus compañeros cuando fue necesario y todavía tuvo tiempo para hacer de bombero para apagar más fuegos. Actuó como pivote y central con la misma eficiencia y rabia por el resultado. Cuando La Roda se planteaba hacer más sangre con el Oviedo, una alevosa patada suya a un centrocampista local sirvió para dejar las cosas claras: La Roda se llevaría el partido con claridad, pero el capitán no permitiría más humillaciones.

Los últimos diez minutos se consumieron lentamente con un rondo gigante en el que los propios jugadores de La Roda parecían compadecerse de los azules. El Oviedo sufrió así una de las derrotas más dolorosas de la temporada. Quizás no alcance la intensidad de Alcalá en la escala de decepciones pero sus efectos sí parecen contundentes. Las victorias de Castilla, Tenerife, Lugo y Albacete dejan a los de Pacheta a cuatro puntos del cuarto puesto. La distancia es completamente salvable, pero lo que más preocupa ahora es recuperar las buenas sensaciones. De peores situaciones ha salido este Oviedo.

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