Dice un amigo que los finales de ciclo traen estas cosas, las del sábado por la tarde y las del domingo a mediodía. Son los frutos de los tiempos que corren. Como hoy es martes, aunque esto no sea Bélgica, podría servir lo que escribía ayer en «La Razón» el periodista gijonés Gaspar Rosety, el mejor narrador futbolístico después de Matías Prats.

El artículo de Rosety es este que sigue: «Los problemas del Sporting son estructurales. Hace casi tres años que reflexioné sobre el futuro del club y la realidad del equipo, salvado milagrosamente en la última jornada ante un Recre descendido. Ésa era la fecha para tomar decisiones que no se tomaron. Año 2009.

La primera consistía en la organización con un área deportiva en manos de profesionales competentes. El miedo a las críticas hizo que no se cortara por lo sano. Ahora, la gangrena del descenso a Segunda lo invade casi todo.

Los responsables deportivos fueron de colegas con los futbolistas, despreciaron a Mareo, el gran activo del Sporting, y se dedicaron a fichar a golpe de talonario inexistente un mal defensa en Uruguay, un mediocre delantero en Chipre o un media punta creyendo que era delantero centro. Ignorancia profunda. Perversión y dureza facial. Así se ve hoy este club que aprendí a amar desde mi infancia, vivida en rojo y blanco. Nada genera tanta ilusión como caminar por la playa y cruzar el parque con la bufanda o la camiseta para llegar a El Molinón, animar al Sporting y cantar el «Gijón del alma».

Se necesita una reforma estructural, un plan de negocio deportivo, económico y social. Y mucho aire fresco. Con una de las mejores aficiones del mundo, el club está obligado a renovarse y planificar con criterio y firmeza el futuro inmediato. Javier Clemente era una pieza mínima en este movimiento. Creo que ni Ferguson podría salvar a una plantilla desequilibrada, hecha sin pies ni cabeza y anestesiada en la derrota».

El análisis es de obligada reproducción porque entra en profundidad en la realidad rojiblanca, que está lejos de asuntos superficiales, anécdotas de tercera y manías madrileñas de cuarta. El problema es el que es, y no hay vuelta de hoja. Otra cosa es que se quiera atajar de verdad.

Los mensajes de que nada está perdido, de que hay posibilidades de salvación y de que no hay que bajar los brazos ya no calan porque quedan ocho partidos y si el equipo no ha sido capaz de ganar al colista, ¿a quién va a ganar? «Una plantilla desequilibrada, hecha sin pies ni cabeza y anestesiada en la derrota», escribe Rosety. Pues no dijeron en voz bien alta que la plantilla era mejor que la del año pasado, que este año no bastaba con la permanencia y no se recuerdan cuántas maravillas más. Resulta que no hubo valentía para afrontar los problemas que se veían en 2009, hace ya tres años. Y los que señalaban esos problemas eran enviados del demonio, antisportinguistas y gentes procedentes de territorios hostiles. «Un área deportiva en manos de profesionales competentes», pide Rosety. ¿Dónde hay que firmar esa petición? Que se firme.