Se acabó. La derrota de anoche en Málaga cierra definitivamente un ciclo en el Sporting, que ayer mismo inició el camino de regreso a Primera División. El equipo necesita una profunda remodelación a todos los niveles. La plantilla, el banquillo y el consejo de administración, que demanda a gritos una renovación y hasta una modernización. La despedida fue gris, como si el equipo ya fuera cogiendo la pátina plateada que distingue a la Segunda División. El milagro nunca estuvo cerca. Quizá sí en otros campos, pero no en La Rosaleda. El Sporting no dio señal alguna de aferrarse a la vida. Se limitó a protegerse de los golpes que le asestaba un rival mucho más fuerte, mucho más ambicioso y mucho más centrado en su objetivo.

El sportinguismo esperaba una mediación divina, pero al final tuvo que mediar el de siempre. De no ser por Juan Pablo, el Sporting se habría despedido de la categoría con una goleada de escándalo. El leonés, junto con Lora y Trejo en el tramo final de la temporada, es uno de los pocos que han escapado de la mediocridad. Con otro portero seguramente el descenso se habría consumado mucho antes.

Por esperado, el golpe de ayer no fue tan duro como el de la derrota ante el Villarreal, pero esto no impidió que algunos futbolistas, como el capitán Roberto Canella, salieran del vestuario con los ojos llorosos. Incluso en los peores días no se puede cuestionar la entrega de unos futbolistas que quizá no han dado para más.

El descenso se ha consumado y empieza un tiempo de reflexión. El camino está trazado desde hace semanas y este desplazamiento sirvió para darle el último empujón en una reunión de los que mueven el cotarro. José Fernández no estuvo en La Rosaleda, que se sepa, pero la distancia entre Málaga y Marbella es corta. Con todo, el camino de regreso debe recorrerse con pasos firmes y bien meditados. No hace falta caer en la precipitación.

Sea con Manolo o sea con Clemente, que ambos tienen partidarios entre los que manejan las riendas del club, cada decisión debe estar analizada al milímetro. Lo más importante es la confección de la plantilla. Es imprescindible que esté mejor diseñada que ésta que se ha ganado un descenso.

El partido en sí no tuvo mayor historia. El Málaga fue el único que buscó el gol y el Sporting se limitó a repeler las acometidas locales. Los rojiblancos nunca tuvieron la ambición de buscar una victoria que se había convertido en el único camino viable hacia la permanencia. El único disparo entre palos del Sporting lo firmó el chaval Álex Menéndez en el último minuto. Poco después de que el gol de Falcao, y el temor a quedarse fuera de la Liga de Campeones, hiciera recular al Málaga. Habría sido un resultado terriblemente injusto, que no habría servido ni a unos ni a otros.

Si alguien albergaba la esperanza de que el sufrimiento fuera corto, se ha equivocado de equipo. El Sporting es como ese enfermo terminal que se aferra a su último hilo de vida y que, a veces, incluso presenta una leve mejoría. Cualquier otro equipo se hubiera rendido mucho antes. Pero el Sporting, no. Durante el primer tiempo aguantó estoicamente el dominio local, el impresionante ambiente de La Rosaleda y el carrusel de ocasiones del equipo de Pellegrini. El Sporting salió ileso. Tampoco se resintió su orgullo al verse dominado por un equipo muy superior en calidad y en presupuesto. Con tanta entereza encajaba los goles el equipo rojiblanco que un escalofrío recorrió la columna vertebral del estadio malaguista.

Un gol del Sporting cambiaría radicalmente el escenario. De otros campos tampoco llegaban noticias. Ni buenas, ni malas. Como si todos los equipos se hubieran puesto de acuerdo para vivir un segundo tiempo dramático. La tensión duró poco en La Rosaleda. El Málaga salió del vestuario decidido a resolver el trámite y fue Joaquín quien lideró la ofensiva. En los tres primeros minutos del segundo tiempo, el Málaga acumuló un puñado de ocasiones que culminaron con el gol de Rondón a la salida de un córner.

Y ahí se acabó el partido. Lo único que quedaba por ver era si el conjunto andaluz tenía la capacidad de sentenciar el choque para evitar un susto de última hora, como el que le endosó Álex Menéndez en el único tiro entre palos.

El descenso del Sporting se consumó ayer, pero se fraguó durante meses. Para la estadística, contará en el debe de Javier Clemente, técnico que acabó la temporada, pero no es justo que Manuel Preciado ni Emilio de Dios se vayan de rositas. Ellos son quienes diseñaron una plantilla mal confeccionada, quieres erraron en los fichajes y quienes no buscaron sustitutos para los jugadores que se fueron.

Una vez depuradas las responsabilidades, no queda otra que mirar hacia adelante. Viene un año duro, de exigencia máxima. Y que nadie venda la moto de que el ascenso es un tema tabú. El Sporting tiene que ser uno de los grandes favoritos al ascenso y es responsabilidad de todos los estamentos del club conseguir que esto sea así. Veinte mil abonados y varios miles de aficionados más se lo merecen.