Cuando faltan pocos minutos para comenzar un partido del Unión Financiera en Pumarín, Guillermo Arenas siempre hace lo mismo: se apoya en una pared del pabellón y se queda solo, ensimismado, con la mirada perdida. Es uno de los pocos momentos en los que quizás se le pueda llegar a olvidar subirse el cuello de la chaqueta, una de sus más conocidas señas de identidad.

Nadie sabe lo que puede pasar en esos momentos por la cabeza de este entrenador ovetense que está a punto de llevar al club de su ciudad a la antesala de la ACB, nada menos que a la LEB Oro. Una categoría que en el pasado verano, cuando los directivos del club carbayón gastaban suelas y gargantas en busca de apoyos para continuar en Plata, se antojaba impensable para una institución tan humilde.

Arenas, un tipo introvertido y de pocas palabras que comparte su labor de entrenador con la de contable de las empresas de su tío, tuvo también una larga etapa de jugador. Fue un base bastante rápido hasta que se lesionó un ligamento del tobillo. A partir de entonces seguía siendo «la prolongación del entrenador en la cancha», pero le costaba más realizar el juego que le gustaba. Ese que se fundamenta en correr mucho y defender todavía más. Lo dice alguien que le conoce bien, que apostó por él como jugador y que siguió haciéndolo como entrenador. Se trata de Alfredo Riera, el que fuera técnico del Oviedo Baloncesto hasta la temporada pasada. «Le conocí en el 1997 en el equipo del École. Me ficharon para entrenar al equipo y él ya jugaba en el senior. Luego me lo llevé a la Avilesina y allí coincidió con Adrián Macía».

Juntos también hicieron el tránsito al Oviedo. A cada equipo que iba a entrenar Riera se llevaba con él a Arenas. Luego se fueron sumando al grupo los hermanos Héctor y Adrián Macía y Agustín Prieto. Con estos tres jugadores que ahora entrena compartió equipo Arenas como jugador. «Como jugador era rápido, activo. Tras romperse el ligamento del tobillo volvió siendo más aposentado, pero con menos chispa y velocidad. Yo siempre lo llevaba conmigo porque interpretaba perfectamente lo que quería en el campo». Lo de entrenar lo llevaba en la sangre y de hecho ya lo hacía cuando era jugador. Lo que poca gente sabe es que Arenas siempre estuvo muy ligado a los equipos femeninos. Los entrenó en las categorías inferiores y en el senior del Oviedo y fue el segundo técnico del Universidad en la pasada temporada, cuando el equipo subió a Liga Femenina 2. Muchos son los lazos que aún le ligan a un equipo que también está compitiendo a gran nivel en una categoría muy difícil.

«Cuando subimos de EBA a Plata decidimos que se sumara Guillermo al cuerpo técnico. Guille es superinteligente, muy listo y muy intuitivo. Tiene toda la capacidad del mundo como entrenador. Creo que la etapa que estuvo de segundo conmigo aprendió mucho a tratar con los jugadores. Era capaz de ver lo que hacíamos bien y lo que hacíamos mal. Cuando cogió el equipo lo tenía claro desde los fichajes. Y se ha visto desde la primera parte de la Liga. Es un entrenador muy, muy pesado con los jugadores. Insiste, insiste, insiste... hasta que acaba metiéndoles sus ideas. Que corran, que hagan transiciones rápidas. Tuvo la suerte y el acierto de dar un equipo que era propicio para eso», continúa explicando Alfredo Riera.

«Carácter». Su amigo del alma Julio Rocha no lo duda ni un segundo cuando se le pregunta que es lo más destacado de Arenas como entrenador: «Lo principal es su carácter ganador y la intensidad que exige a los jugadores. Sobre todo la intensidad defensiva que es marca de la casa. Y ya puede ser Jordan que el que no entrena con intensidad no juega». Rocha es el delegado del Unión Financiero y conoce a Arenas desde que eran niños. Son inseparables. «Tiene las cosas muy claras tanto en lo deportivo como en lo personal. Cuando te tiene que echar una bronca no se corta, pero luego también sabe felicitarte si haces algo bien. Su mayor defecto es que es muy cabezón. No hay manera de que cambie de idea», dice su amigo.

Y el presidente del club, Fernando Villabella, qué dice de su entrenador: «Es un hombre de pocas palabras, hombre de club. Introvertido, reservado y enfermo del baloncesto. Es muy del Madrid y lleva toda la vida con su novia. Es muy, muy serio». ¿Renovación? «Si no nos lo quitan y él quiere seguir».