El Martes de Campo de Oviedo aguanta el chaparrón con ganas, mucho paraguas y participación popular

La comida en la calle, trasladada a la plaza de la Catedral a causa de la exhibición militar del Bombé, resiste a una jornada con lluvia gracias al tirón popular

El Martes de Campo de Oviedo aguanta el chaparrón con ganas, mucho paraguas y participación popular pese al cambio de ubicación

VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Irma Collín

Chus Neira

Chus Neira

Pasada la una de la tarde, en torno a la barra donde la Sociedad Protectora de la Balesquida repartía sus bollos, en el mismo lugar en el que organizan su popular amagüestu, el Alcalde Canteli hizo su aparición acompañado de casi todo el equipo municipal. Nacho Cuesta llegó algo más tarde y a algunos de los concejales del PP costó reconocerlos a primera vista porque venían vestidos con el traje regional. La responsable de esta innovación en lo que a protocolo se refiere, similar a aquella que propugnó en su día el consejero Francisco Javier García Valledor, fue la concejala de Festejos, Covadonga Díaz. Hizo la promesa, confesó, de vestirse con el traje regional en San Mateo y en el Martes de Campo si su partido sacaba la mayoría absoluta, y ayer fue el día de empezar a cumplirla. Su compañero Dani Tarrio, responsable de Servicios Básicos, se sumó a la idea y la edil de Servicios Sociales, María Velasco, sacó su traje de llanisca. El trío puso la nota de color en la foto oficial.

A la hora a la que llegó Canteli, los ediles de IU, PSOE y Vox ya llevaban tiempo en la plaza. El líder de la oposición, Carlos Fernández Llaneza, no podía ocultar su pesar por la anomalía del Martes de Campo sin Campo, o, al menos, sin Bombé. "Algo que no sucede desde 1787", rezongaba en los corrillos políticos.

Canteli quiso quitar hierro al asunto y ver el lado bueno de esta reubicación. "Es un Martes de Campo un poco diferente, pero bienvenida sea la diferencia, porque viene ocasionada de un gran hito que va a ser un atractivo importante para la ciudad". Para el regidor ovetense "merecen la pena algunos inconvenientes que se generan para los vecinos y, menos, para la Balesquida, porque tienen aquí un magnífico espacio", se explicó.

Canteli: "Ha sido diferente, pero bienvenida la diferencia cuando la ocasiona un gran hito"

Canteli confesó que sus funciones como Alcalde no incluían disponer sobre la lluvia, aunque confió en que la climatología ayudara a mantener la jornada a salvo del agua. Lo que sí hizo fue descartar, como trasladaban algunos rumores, que esta ubicación extraordinaria pudiera convertirse en definitiva. Canteli preguntó a la asociación dónde querían quedarse y la asociación dijo que en el Bombé. "Pues donde más a gusto estén ellos", zanjó el regidor.

Jose Antonio Alonso, presidente de la Asociación Protectora de la Balesquida, se manifestó en términos similares. La singularidad de la ubicación de este Martes de Campo, relató, no repercutió en la afluencia de gente ni en el reparto del bollo y el vino, que se realizó con parecida cadencia y similares necesidades que en años anteriores (siempre acaban haciendo falta más bollos). Así que Alonso admitió el traslado extraordinario "por el bien de la ciudad" pero descartó que vuelva a repetirse. "El Martes de Campo es en el Campo".

La mañana, con sus ratos de lluvia y sus alivios, no impidió que muchos hicieran cola en la jaima habilitada para hacer nuevos socios. Sin datos oficiales, fuentes de la organización señalaron que ayer debieron de hacerse más de medio centenar. En números totales, la Sociedad Protectora advierte en los últimos años se ha registrado un repunte de socios más jóvenes y que ya se va camino de superar los 3.800 socios.

Unos metros más adelante, en la capilla de la Balesquida la Cofradía mantenía un doble reparto. Dentro del templo los fieles podían llevarse el pan que el párroco de San Tirso, Ángel Viejo, había bendecido en la mesa. En el exterior, repartían su propio bollo. Pero la actividad junto a Nuestra Señora de la Esperanza y Judas Tadeo atraía a esas horas no sólo a los devotos para la oración. Los curiosos también se animaban a asomarse al interior, donde Ana Miyar y su familia se afanaban en recaudar fondos para el mantenimiento y restauración de la capilla –"a nosotros no nos da fondos ninguna administración"– con la venta de estampitas, velas, medallas...

El emplazamiento extraordinario propició que la sociedad protectora y la cofradía estuvieran más cerca que nunca, con mucha actividad en la capilla de la Balesquida

Había dejado de llover, la comida popular dio un respiro hasta las dos de la tarde. A esa hora el cielo volvió a descargar y la mayoría de los grupos tuvo que apurar la sobremesa y plegar viandas. Pasado por agua, con el tiempo cambiado y un poco desubicados, los ovetenses dieron por cumplido el rito aunque fuera de esa forma tan poco habitual.

El Martes de Campo de 2024 pasará a la historia local como una anomalía que, dentro de años, obligará a recordar que aquella primavera vinieron a coincidir la comida popular de la Balesquida con un despliegue militar con motivo del Día de las Fuerzas Armadas, que el Bombé permaneció cerrado, tomado por el Ejército, y que la Sociedad Protectora tuvo que irse a la plaza de Porlier y a la Catedral a repartir y comer el bollo. Que llovió mucho, que escampó, que el día anterior al Real Oviedo le habían anulado dos goles ante el Espanyol jugándose un puesto en el play-off y que la ciudad aguantó todo ese chaparrón, literal y emocional, con ganas, sin resignación, y paraguas.

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VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Irma Collín

Miles de ovetenses se concentraron en Porlier para recoger el bollo y varios centenares encontraron hueco para comerlo a la sombra de la Catedral. La ubicación extraordinaria, obligada por la exhibición militar en el Bombé, permitió también un acercamiento inédito entre la Sociedad Protectora de la Balesquida, la que organiza la comida popular, y la Cofradía, la vertiente religiosa y vinculada a la capilla. Comer el bollo tan cerca de Nuestras Señora de la Esperanza dejó nuevas y efectivas costumbres. Eso fue lo que le pasó a Carlos, Susana, Luchi y Carmen, un grupo familiar que, viendo las previsiones meteorológicas optó por madrugar y acudir a misa a la capilla de la Balesquida a las diez de la mañana, recoger uno de esos panes bendecidos que ayer se repartieron entre los fieles, y ocupar ya una de las doscientas mesas dispuestas para el almuerzo.

"Nunca comimos tan pronto", reían, divertidos, después de haber tirado de paraguas mientras repartían la tortilla y con la cabeza ya puesta en "ir a comer un heladín a Verdú", ya que estamos aquí.

Todo quedaba muy a mano, y la dificultad de hacer frente a la lluvia y de encontrar un hueco donde comer el bollo hizo que el personal que había conseguido asegurarse una plaza se hiciera fuerte allí, de la forma que fuera: gorros de lluvia, chubasqueros, más paraguas.