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La elección de los futbolistas más destacados

Los focos, en el campo

Su ausencia en la entrega del premio de ayer confirma el desprecio de Luis Enrique por el entorno del fútbol

Los focos, en el campo

Luis Enrique tiene buena relación con Mourinho desde que coincidieron en el Barcelona post-Cruyff. Algunos incluso se empeñan en ver semejanzas entre ellos. Pero, después de tres temporadas y media como entrenador de elite, el asturiano nunca ha menospreciado ni ha agredido a un colega, no ha recitado públicamente una lista de agravios arbitrales, no ha apelado a conspiraciones internacionales y tampoco ha insultado a un jugador de su equipo o del rival. Puestos a buscar puntos en común, apenas destacan dos: ambos son unos ganadores obsesivos y no disimulan su odio por los medios de comunicación.

Es inimaginable, por ejemplo, que Mourinho renunciase a estar en la gala del "Balón de Oro" sabiendo que iba a ser el premiado. El portugués hizo mutis en su etapa en el Madrid para no tragarse el sapo de ver subirse al estrado a Vicente del Bosque. Hasta en eso es diferente Luis Enrique, alérgico a todos los focos que no sean los de un campo de fútbol. El gijonés ya tiene bastante con los cinco títulos logrados con el Barcelona en 2015. Todo lo demás, lo que rodea el mundo del fútbol, le sobra. Se le vio especialmente feliz, inusualmente relajado, en la celebración de la Copa de Europa sobre el mismo césped del Olímpico de Berlín, paseando una bandera, mitad del Barça mitad de Cataluña, junto a su hija Xana con la camiseta azulgrana y el número 8.

Aquel 6 de junio de 2015, Luis Enrique Martínez (Gijón, 8 de mayo de 1970) saldó una cuenta pendiente desde su época de jugador. Ganó ligas y copas españolas, una Recopa de Europa y una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Pero se le resistió la Copa de Europa porque no estuvo en el momento preciso en el Madrid y en el Barcelona. También fue uno de los damnificados de la "maldición de cuartos" de la selección española. En 2004, el año de su retirada, fue incluido en la lista FIFA de los cien mejores jugadores vivos del siglo XX. "Fue muy buen futbolista, pero como entrenador va a ser todavía mejor", pronosticó antes de su llegada al Barcelona Ismael Fernández, el hombre que relanzó su carrera en el juvenil de La Braña.

Entonces, la predicción de Ismael parecía pasión de padre deportivo. Dos años y cinco títulos después, a Luis Enrique le llueven los elogios. Por ejemplo, de Arrigo Sacchi, artífice del mejor Milán de la historia: "Triunfar tras Guardiola no era fácil y Luis Enrique, que entiende la idea del Barça, está haciendo un gran trabajo. Ha hecho que todos comprendan que lo colectivo va antes de lo individual y que sea un ejercicio de amor a la camiseta". Carlos Rexach, ayudante de Johan Cruyff en la época del "Dream Team" de principios de los años 90, aporta una visión autorizada: "Nuestro fútbol, quizá porque habíamos sido delanteros, era más directo y vertical que el de Guardiola, que como buen centrocampista anteponía el control. Y Luis ha encontrado el término medio".

La evolución de una idea. Esa es la gran aportación de Luis Enrique hasta el momento. Ya en la última temporada de Pep Guardiola el Barça había derivado en un equipo previsible. La llegada de Tito Vilanova le dio un impulso que le sirvió para la Liga, pero no en Europa. Y con el "Tata" Martino hubo un evidente paso atrás.

Así que, con un año de retraso, Zubizarreta cumplió su deseo de dar el mando a un entrenador que reunía todos los requisitos: conocía la casa, el estilo de juego del Barça, tenía capacidad de liderazgo y estaba dispuesto a recuperar la ética del esfuerzo en una plantilla acomodada.

Hace un año, todo eso estuvo a punto de saltar por los aires. El Barça iba a remolque en la Liga y las dos estrellas del equipo, Messi y Neymar, estaban de morros con Luis Enrique. Pero el presidente azulgrana aguantó el tirón, todos cedieron un poco y, una semana después de la crisis de Anoeta, "Lucho" encontró la pócima mágica del tridente que batió todos los récords y conquistó casi todos los títulos. Neymar y Luis Suárez, además, resultaron fundamentales para incorporar el contragolpe como un recurso más para desarmar a las defensas contrarias.

El sentido abrazo con Messi tras ganar la Copa de Europa al Juventus sirvió para confirmar que Luis Enrique no es un entrenador que enamore a primera vista. Ya le pasó en Roma, donde las dos estrellas del equipo, Totti y De Rossi, empezaron echándole un pulso y acabaron rendidos al asturiano. "Es el mejor entrenador con el que he estado, a nivel táctico y en las concentraciones", dijo De Rossi. Y lo respaldó Totti: "A pesar de que al principio no estaba contento con la posición en que jugaba, él tenía razón: me divierto yo, se divierte el equipo y se divierte la gente".

Por desmentir, Luis Enrique ha desmentido incluso a Cruyff, que pronosticó problemas de convivencia con Messi por la llegada de Neymar. Luis Enrique no sólo ha conseguido pacificar el gallinero con dos "gallitos", sino con tres. El gijonés, que sólo habla públicamente antes y después de los partidos, dejó clara su filosofía en una entrevista concedida en 2007, antes de iniciar su carrera como entrenador en el Barcelona B: "En un colectivo no todo el mundo es igual. Manda el sentido común. El entrenador tiene que tratar a cada uno diferente. Como un padre con sus hijos, que con uno es severo y con otro, no tanto"

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