El martes, el rugby español se llevó en los despachos un palo casi tan grande como el recibido el 18 de marzo en Bruselas, en aquel partido que debería haber dado a la selección el pase directo al Mundial de 2019. Por mucho que duela, en principio la decisión del Comité Judicial y el Comité de Disputas de World Rugby (WR) tiene unas bases muy sólidas, difíciles de socavar con el previsible recurso de la Federación. Los juristas de WR reconocen la inconveniencia de designar un árbitro rumano para el Bélgica-España, con Rumanía pendiente del resultado, pero no consideran recomendable la repetición del partido. Además, al final la clave del asunto ha estado en la alineación indebida de varios jugadores. Y no sólo por parte de España, sino de Rumanía y de Bélgica, que también se quedan sin Mundial. Así que toca aprender de los errores y, sobre todo, no volver a dar una imagen como la del final del partido de Bruselas, indignas de un deporte como el rugby, que se supone ejemplar. El reto pendiente de Simeone
Cuando cayó en la fase de grupos de la Liga de Campeones parecía que el ciclo de Diego Simeone en el Atlético de Madrid tocaba a su fin. Como verbalizó en aquel momento uno de los capitanes, Gabi, la Liga Europa parecía poca cosa al lado de la competición que los atléticos tocaron con las yemas de los dedos en 2014 y 2016. Por eso tiene más mérito el trofeo que Fernando Torres y compañía levantaron el miércoles en Lyon. Una vez más, como viene ocurriendo desde 2011, el artífice principal de esa reacción ha sido Simeone. No era fácil convencer a los jugadores de que había que volcarse con la competición, sobre todo en unas primeras rondas con rivales poco estimulantes. Pero lo consiguió de forma rotunda. Es la última muestra del espíritu competitivo del "Cholo", probablemente el mejor entrenador del mundo en ese aspecto. Ahora, el argentino haría bien en plantearse un nuevo reto: que su equipo juegue mejor al fútbol. Porque mimbres tiene para ello gracias al crecimiento del club.
