Oviedo, J. L. SALINAS /

E. LAGAR

La nueva ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, no sólo tendrá que velar por el desarrollo de los procesos de I+D+i (investigación, desarrollo e innovación), también habrá de cuidarse de que esta actividad se reparta de forma equilibrada por todo el territorio nacional. Será uno de sus grandes retos a desarrollar dentro del giro económico que Zapatero quiere dar a la política económica para reemplazar los frutos de la materia gris por los del ladrillo de los constructores. Y es, sin duda, una de las asignaturas que más afectan a Asturias, que forma parte del grupo de regiones más rezagadas del país en inversión en I+D+i.

Ángeles Álvarez, directora de la FICYT (Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología), hace especial énfasis en este aspecto al valorar la creación de un nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación, pues considera que la «brecha tecnológica» entre regiones «se va retroalimentando y las diferencias cada vez son mayores. Por eso haría falta un esfuerzo especial con regiones como Asturias», añade.

Sobre esta misma idea -la «dispersión de la intensidad de la I+D de las comunidades»- incidió también el economista asturiano Álvaro Cuervo, en la lección magistral sobre investigación e innovación que dictó con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad de Las Palmas. Los datos de la última estadística sobre actividades de I+D elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes al año 2006, constatan que la mitad del gasto en investigación y desarrollo se concentra en las comunidades de Madrid y Cataluña. Si a estas dos se suman País Vasco, Andalucía y Valencia, se llega al 80 por ciento del gasto. En cuanto a participación del I+D en el producto interior bruto (PIB) regional, la comunidad más investigadora es Madrid (1,98%), seguida de Navarra (1,92%), País Vasco (1,6%) y Cataluña (1,43%).

Pero no todo ha de ser negro, los datos de esta última encuesta del INE reflejaban también que Asturias y La Rioja son las dos comunidades con mayores tasas de crecimiento en cuanto al peso que las inversiones en investigación han alcanzado en el PIB. En algo ha de notarse la puesta en marcha de los nuevos centros tecnológicos y la actividad pujante de otros con acreditada tradición en la región, como es el caso del Instituto Nacional del Carbón, que llevan años intentando dar un paso al frente en la investigación aplicada a la energía. La presidenta de esta entidad, Rosa Menéndez, es consciente de que España está en uno de los puestos más bajos en innovación y desarrollo (I+D) de la Unión Europea. Asegura que «hace falta despegar, ya que en España, pese a los datos, se está haciendo buena ciencia». Y el campo está abierto. «La innovación tiene unas amplias posibilidades en materia energética, el nicho que se está formando en esta materia en la Unión Europea, es muy importante». Pero hay que mejorar al ritmo que marca la investigación: «El riesgo a la hora de innovar es establecer plazos», asegura. Y es que los nuevos «inventos» no salen de un día para otro.

Pero ésta no es la única traba con la que se encuentran los institutos encargados de hacer de enlace entre el conocimiento y la empresa: «A veces el problema es que las compañías no desarrollan los productos que se han creado, con lo que queda en un material que puede ser muy interesante, pero que no sale del laboratorio», afirma Menéndez. El presidente de la Fundación ITMA (Instituto Tecnológico de Materiales), Juan Secades, reivindica que el I+D debe ser considerado como un sector en sí mismo. «El nivel de proyectos que se están desarrollando en la región es muy elevado, y para una región pequeña como es la nuestra la oferta de investigadores formados en las facultades es muy buena, y con un nivel muy elevado». Pese a todo, reconoce que en algunos momentos se ha visto en dificultades para «encontrar personal».

Secades considera clave para el desarrollo del I+D el sector energético, el del acero y el metalmecánico. «Su peso económico es estratégico y tienen muchas posibilidades para introducir actividades innovadoras». Uno de los obstáculos que le quedan a la innovación es, según Secades, conseguir que «las empresas de la región se embarquen cada vez más en proyectos de mayor envergadura», y con la mira puesta en otros países de la UE.