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Una unión temporal de empresas en la que participa la asturiana Duro Felguera, adjudicataria también de la obra de Gijón, levanta en la dársena barcelonesa dos tanques capaces de almacenar hasta 150.000 metros cúbicos cada uno. Queda un año de obras y los operarios ya trabajan sobre la gran cúpula, de 800 toneladas de peso, que cubre los tanques. Tienen 80 metros de altura, ocho más que la torre de la Catedral de Oviedo y diez más que la torre gijonesa de Bankunión. «Vienen a ser como un termo», anota Pedro Cano, sobre la misión de los depósitos: conservar el gas a la temperatura a la que viajó desde Argelia, Egipto, Qatar, Nigeria o Libia, por citar algunos de los principales productores del planeta.

Se trata, en suma, de que el gas se mantenga en estado líquido. Las condiciones de seguridad, muy exigentes en todo el proceso, lo son más si cabe en el caso de los tanques. Como los de Barcelona, los de Gijón serán del tipo de «doble contención». Significa que cada depósito está formado por dos: uno exterior de hormigón y otro interior, el «vaso» que alberga el gas, hecho de una aleación de acero y níquel al 9 por ciento. Entre ambos existe una capa de material aislante (perlita) para reforzar el «efecto termo». Con todo eso, el espesor de las paredes de los depósitos es de 1,80 metros. «Están diseñados para soportar el impacto de un avión de tamaño mediano», asegura el directivo de Enagás en Barcelona.

Y añade Pedro Cano sobre las condiciones generales de seguridad de una regasificadora: «Es imposible que se produzca una explosión». No pueden darse, esgrime, condiciones para que haya una atmósfera explosiva ni para que exista la fuente de ignición que la active. Aunque hay un precedente de 1944, en la estadounidense Cleveland, donde la explosión de un tanque mató a 128 personas. Aquel depósito había sido construido de manera deficiente, con un acero no apto para el gas natural licuado.

l Baño de agua de mar. Al ritmo que marca la demanda, la regasificadora de Barcelona devuelve el gas líquido a estado gaseoso con un sistema de vaporizadores que usan agua de mar. El combustible es conducido por unas tuberías que en esa instalación reciben un «baño» de agua captada en el puerto. El gas natural gana así temperatura y entra en ebullición con un gasto energético aceptable. La planta gijonesa tomará del Cantábrico hasta 24.400 metros cúbicos de agua por hora y los devolverá unos cinco grados por debajo de la temperatura normal. El impacto ambiental será asumible, incluso se ayudará a mejorar la calidad del agua en la dársena, argumentan en Enagás.

En general, sostiene la compañía que preside Antonio Llardén, la regasificadora será un buen vecino de Gijón «como lo es de Barcelona». Allí abrió España la primera puerta del gas natural hace 40 años. El Musel será en 2013 la novena entrada de este combustible a un país que ya lo recibe por seis regasificadoras y por un gasoducto con Marruecos al que en 2010 se unirá el gran tubo «Mezgaz» que unirá la costa de Argelia y la de Almería.