Oviedo,

Marián MARTÍNEZ

La reforma del horno alto B de Arcelor-Mittal en Veriña (Gijón) se da por concluida una vez que la compañía ha arrancado las estufas que sirven para calentar el interior de la instalación. Sin embargo, esta operación no significa, ni mucho menos, el arranque del horno, pendiente de que la cúpula de la multinacional tome la decisión en función de las condiciones del mercado. Mientras se esperan noticias de Luxemburgo, donde se ubica la sede de la compañía, los sindicatos temen un nuevo expediente de regulación de empleo a varias instalaciones. De momento, ya han iniciado las reuniones previas para preparar su plataforma de reivindicaciones con vistas a la negociación que arrancará el lunes, después de que la compañía desistiese de imponer la rebaja salarial y las centrales aceptasen desconvocar la segunda jornada de huelga general.

Las claves de esta nueva fase negociadora será el período de vigencia del nuevo acuerdo marco, la flexibilidad de la jornada laboral en un cómputo anual y el «ajuste» de salarios, según coincidieron en señalar distintas fuentes. Pero al tratarse de un nuevo pacto también entrará en liza el número de trabajadores y una posible reducción de plantilla. De nuevo, las prejubilaciones estarán sobre la mesa.

La expectación crece entre la plantilla de Arcelor-Mittal. Los trabajadores de la multinacional son conscientes de que los próximos dos meses serán fundamentales con vistas a su futuro y condiciones laborales. «Lo que está claro es que las cosas cambiarán», aseguraba ayer un siderúrgico de Avilés. «Todo el mundo está dispuesto a volver a la huelga. Juegan con meternos miedo, a nosotros y a toda la región, amenazando con cerrar y chantajeando a todos. No se puede consentir que haga lo que quiera. Esto no es la India», apostilló otro en referencia al país de origen de Lakshmi Mittal, primer accionista y presidente del gigante siderúrgico.

La compañía ha dado por finalizadas las obras de remodelación del horno alto B, iniciadas el pasado mes de julio, con un coste próximo a los 30 millones de euros. Ahora comienza el período de pruebas, que se inició con el encendido de las estufas, unos grandes cilindros metálicos que captan el aire del exterior, lo calientan y lo dirigen al interior del horno. Esta fase, que se prolonga durante varios días y se considera «crítica», sirve para poner a prueba el refractario. Pero no significa, en ningún caso, el arranque del horno. Es la misma operación que cuando en 2009, con el primer embate de la crisis, la compañía decidió parar «en caliente» uno de los dos hornos altos de Gijón, los únicos que quedan en todo el país. Las condiciones de temperatura que se mantienen en el interior del horno permiten que pueda arrancar en cualquier momento.

Mientras tanto, los sindicatos preparan sus propuestas para la negociación del próximo lunes. Primero, cada uno de manera individual, para luego hacer acopio de ideas y establecer la plataforma de reivindicaciones con la que se sentarán ante la dirección de la empresa en España, dependiente de Aditya Mittal, responsable de las plantas europeas, director financiero del grupo e hijo del dueño de la empresa, Lakshmi Mittal.