Un empresario de la industria asturiana de la fruta tenía cada año el mismo problema: a la hora de recolectar, muchos de los frutos tenían que ir directos a la basura, porque tenían formas raras, su tamaño era fuera de lo normal o en algunos casos estaban picados. No tenían cabida en las estanterías de las fruterías. Es lo que en el lenguaje del sector se llama destríos. Pero los investigadores del Centro Agroalimentario Asincar, asentado en Noreña, estaban convencidos de que aún se podía sacar jugo a lo que hasta entonces eran desechos. Solucionaron el quebradero de cabeza del empresario haciendo confituras y mermeladas con esas frutas, pero dándoles un plus: haciéndolas ricas en fibras y con un bajo contenido en azúcar para que no fueran como el resto de las que hay en los estantes del súper.

"Se trató con esos subproductos para darles un valor añadido. La compañía pasó de tener que tirar toda esa fruta a poder hacer negocio con ella", explica Juan Díaz, gerente de Asincar y responsable del departamento de innovación. Sencillo pero efectivo. Al final, explica, "se trata de desarrollos que no son complicados a nivel tecnológico, pero que permiten hacer cosas nuevas".

Por mucho que el despliegue del acrónimo la defina como una asociación de industrias cárnicas, Díaz está empeñado en ampliar las fronteras hacia todo del sector agroalimentario. Al menos en lo que a innovación se refiere. "La de la carne es una etiqueta que llevamos unos años intentando quitarnos", resume el responsable de Asincar. Aspiran a ser un puente entre el conocimiento y la empresa.

Muchas veces es el propio equipo de investigación de Asincar el que se acerca a las empresas del sector para analizar dónde pueden mejorar, pero cada vez ocurre más también el camino contrario. Es decir, que las compañías agroalimentarias acuden en busca de estos investigadores para proponerles una idea concreta para ver si son capaces de llevarla a buen puerto.

Ese perfil, destaca Juan Díaz, corresponde a pymes que por sí solas no tienen capacidad económica para mantener un departamento de I+D dentro de su estructura. Pero en los últimos años eso también ha ido cambiando. Cada vez tienen más proyectos con grandes compañías, incluidas algunas de fuera del Principado, y ya han hecho algún que otro trabajo en Latinoamérica. "Hay zonas donde el conocimiento que tenemos tiene un alto valor", presume.

Para muestra, otro proyecto. El departamento de I+D, formado por una veintena de investigadores, trabaja para alargar la vida del arroz con leche que elaboran dos pequeñas compañías de la región. "Se trata de hacer que el producto caduque más tarde con el objetivo de que pueda ser exportado con una mayor facilidad", señala Díaz. Eso sí, tratando de que no pierda la esencia de ese típico postre asturiano.

"Lo que se hizo fue una reformulación del proceso, optimizándolo para conseguir que el arroz con leche durara más", resalta. Así, las dos empresas que acudieron al departamento de I+D de Asincar con este problema en busca de auxilio podrán en breve lanzarse a conquistar mercados internacionales más lejanos.

La nómina de investigadores del centro ha ido creciendo y diversificándose a medida que la cartera de proyectos también iba engordando. Comparten probetas químicos, tecnólogos de los alimentos, biólogos y veterinarios. Todo para que no quede ningún cabo suelto. "Tenemos investigaciones en marcha de todo tipo y relacionadas con campos diversos como el de la carne, el lácteo, el del procesamiento alimentario, o la pesca", asegura Juan Díaz.

Pero tampoco pierden de vista el sector que les vio nacer, el cárnico. Otro de los proyectos de innovación que tienen en marcha está íntimamente relacionado con una empresa dedicada a este mercado. Su problema estaba ligado también con las trabas para exportar. Se dedica a comercializar productos cocidos como jamón o mortadela que, relata Díaz, estaban teniendo buena acogida fuera, pero podrían llegar a un público mucho más amplio si se cambiaban algunos desarrollos tanto en la producción como en el envasado final. "Se modificaron los tiempos de cocción hasta modificar el sabor para dar con el gusto de un determinado mercado que lo demandaba", explica. El envasado también se modificó, ya que mercados como el anglosajón, por ejemplo, prefieren paquetes con menos unidades, casi individuales.

La nómina de proyectos es alargada. En los últimos años, pese a los azotes de la crisis, los investigadores de Asincar han colaborado con más de un centenar de compañías. Trabajan también para conseguir bebidas con unos compuestos específicos para deportistas, y para fabricar patés con los descartes de productos de la pesca, con un planteamiento muy similar al que hacen con las mermeladas y la fruta defectuosa. "El de la alimentación es un mercado que tiene bastante margen de mejora porque apenas se estaban haciendo cosas en innovación, todo era muy tradicional", concluye Díaz.