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Elsa Artadi, de toreada a toreadora

La jefa de campaña de Puigdemont es la responsable del ascenso de la lista del expresident en los sondeos, que amenaza la victoria de Esquerra

Por la izquierda, Artadi, Puigdemont, Mas y el exconsejero Lluís Puig, el pasado miércoles en Bruselas.

El nombre de Elsa Artadi i Vila (1976) ha cobrado protagonismo esta semana al ser designada oficialmente jefa de campaña de Puigdemont. Oficialmente, porque la doctora por Harvard y exasesora del Banco Mundial, que entró en el Govern hace seis años de la mano del exconsejero Mas-Colell, lleva semanas operando en la sombra para definir la estrategia del president destituido. Una estrategia que ha permitido a Junts per Catalunya (JxC), la lista del mandatario huido de la justicia, ir subiendo puestos en las encuestas, hasta el punto de equipararse en expectativa de voto con la de ERC, que lidera el exvicepresident Oriol Junqueras, maniatado tras las rejas.

Artadi, que va de número diez en la candidatura de Puigdemont, es tan discreta y etérea que hasta ahora apenas había asomado la nariz. De ella se sabía que ideó el sorteo de la Grossa, la lotería navideña de la Generalitat, todavía en tiempos de Mas, y que Puigdemont, al suceder a éste en enero de 2016, la nombró coordinadora interdepartamental, con un sueldo bruto anual de 82.000 euros. En calidad de tal, Artadi hubo de asumir la peliaguda tarea de consensuar la acción de un Govern integrado por gentes de ERC, la antigua CDC (ahora el PDeCAT) e independientes, que además necesitaba negociar hábilmente para que la CUP no echara abajo todo el tinglado del "procés" por temor a que la ruptura con el Estado decayera. Como así fue.

Artadi es la "Elsa" a la que los hombres de confianza de Junqueras en la Consejería de Economía querían "torear". El episodio ocurrió el 30 de agosto, según consta en una conversación telefónica entre el secretario de Hacienda, Lluís Salvadó, y Raül Murcia, "Muto", uno de los asesores de Junqueras, que fue grabada por la Guardia Civil. Ese día, Puigdemont había mandado a Artadi calibrar cómo estaba "el patio", es decir, cómo iba la construcción de las estructuras de Estado con vistas a la declaración de independencia que se había programado para el día después del referéndum del 1-O. El pánico cundió en el equipo del ahora encarcelado exvicepresident. "Si le decimos la verdad estamos muertos", le confiesa Salvadó a Muto, que pide hablar inmediatamente con Junqueras, reconoce que "el patio" está "muy verde" ("cualquiera con dos dedos de cerebro lo sabe") y exige que todos jueguen "al mismo nivel" y sean "conscientes de cuál es la realidad". Como Artadi ya va camino del despacho de Salvadó, se pacta "torearla", "darle largas a esta chica" y "marear la perdiz". Todo para evitar lo que ambos más temen: que Puigdemont pueda culpar a Junqueras de no haber "preparado" a Cataluña para la proclamación de la independencia.

La conversación no sólo revela que todos sabían de la imposibilidad de "implementar" la solemne declaración de la república, sino también el grado de desconfianza y las ganas de echarse unos a otros los trastos a la cabeza que se escondían en el Govern. Y más aún: traído al presente, el diálogo entre Salvadó y Muto permite ver a la "toreada" como "toreadora", ya que las fuertes desavenencias que se traslucen en la llamada contrastan con el perfil transversal, de unidad, que Artadi y Puigdemont han logrado imprimir a la candidatura de JxC, como lo prueba la presencia de la "número dos" de la lista de ERC, Marta Rovira, ya señalada por Junqueras como presidenciable, en el gran acto publicitario del expresident el jueves en Bruselas.

De manera que la estrategia que dirige Artadi ha vuelto a poner en circulación el devaluado billete del PDeCAT, con el agravante para Esquerra de que, con el adecuado maquillaje civil y el marchamo del exilio, la "lista del president" puede terminar siendo vista por los votantes independentistas como la reedición de la exitosa coalición electoral Junts pel Sí de 2015 y superar en votos a la candidatura republicana, que aún conserva las esencias partidistas que el populismo soberanista juzga ya periclitadas.

Para evitarlo, ERC ha empezado a discrepar abiertamente del plan de Puigdemont de ser restituido en el poder (es él o asumir el 155) y ya pone en duda que el cabeza de lista de JxC pueda ser investido de nuevo, porque si regresa a España "irá a la cárcel por mucho tiempo". Esquerra cifra sus propias esperanzas en que una victoria republicana permita a Junqueras salir de prisión y ejercer "todas las responsabilidades" de presidente de la Generalitat.

El pacto de no agresión ha muerto y el enfrentamiento entre las dos principales candidaturas independentistas, que ya viene de lejos, por fin comparece. Y comienza a asomar, incluso, una guerra en el seno del PDeCAT, donde el tándem Artadi-Puigdemont está contrapesado por el de Mas y Marta Pascal, coordinadora general de la formación, y las dos corrientes (la independentista del president destituido y la que preconiza el regreso a un nacionalismo de corte más clásico, en el que encajaría el exconsejero Santi Vila) ya mantienen opiniones encontradas sobre cómo conducirse en unas futuras negociaciones con ERC. Puigdemont desea que sea Artadi quien las dirija (lo que explicaría la presencia de Rovira en Bruselas), pero Mas quiere encomendar esa tarea a Pascal.

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