Francisco Franco tenía muchas aficiones, pero una de las que más le apasionaba era ir de caza y acabar con las especies de pluma, un gusto que se convirtió en obsesivo, según su secretario, el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, que explica que Franco abandonaba sus tareas como jefe de Gobierno para ir a cazar.

Tanto es así que, según unas imágenes que ahora ven la luz tras más de cincuenta años escondidas bajo llave, el caudillo participó en una cacería en Mudela (Ciudad Real), del 16 al 18 de octubre de 1959, en la que se abatieron 4.601 perdices, con cuyos cadáveres quiso retratarse. Según declaraciones del que fue jefe de su casa militar y secretario, «la parte más débil del general resultó ser su desmedida afición a la caza». Asegura Salgado-Araujo, en declaraciones a «El Mundo», que eran tantas las invitaciones que recibía para ir a cazar que los mismos cotos repoblaban las fincas con ciervos y otros animales para que Franco les disparase y se fuese orgulloso a casa tras haber liquidado una buena remesa de animales. También explicó su secretario que, según su opinión, la afición a la caza era «demasiada» en ocasiones, ya que Franco dedicaba a veces semanas enteras a practicar este deporte. «No sé entiende cómo el país pudo funcionar a lo largo de 40 años. Cuando empezaba la temporada cinegética casi no quedaba tiempo para despachar con los ministros, que también se iban de cacería, unas veces con el general y otras por su cuenta», explica Salgado-Araujo. Según su médico personal, Vicente Gil, Franco podía llegar a disparar unos 6.000 cartuchos al día y explica que una vez se le perdió una presa muerta y que disparó contra un matorral donde sabía que un hombre guardaba su perdiz. «Esto era terrible para un hombre de su edad», sentencia Gil.