Gijón, Luján PALACIOS

La afición por la bicicleta lleva a la repostera Rosa Vílchez a menudo a la zona del Mayán de Tierra, en el paseo marítimo, donde en el año 1998 el escultor Fernando Alba se afanaba en la colocación de sus complejo escultórico «Sombras de luz». «Les Chapones», en el lenguaje común de los gijoneses, una creación en hierro agujereado que por aquel entonces levantaba mucha controversia. Pero a Vílchez, propietaria de la confitería Biarritz de la playa, la fascinaron. Y de ello habló a menudo con el escultor, al que se encontraba casi a diario en sus paseos sumido en tribulaciones sobre la obra.

Fue en aquel momento cuando Rosa decidió que tenía que hacer su particular homenaje a «Les Chapones», en formato dulce, como no podía ser menos. El resultado se ha materializado ahora, quince años después y «con más de dos años de trabajo acumulado»: la repostera ha conseguido elaborar un dulce a imagen y semejanza de las «Sombras de luz», una galleta de mantequilla artesana con ralladura de naranja o manzana, cubierta con chocolate con leche y chocolate negro y oxidada con cacao amargo, convenientemente agujereada.

Un trabajo arduo, que llevaba años dando vueltas por la cabeza de Rosa Vílchez hasta que un día «llamé a Fernando Alba para pedirle permiso para usar su obra; le pareció bien y me puse a ello». Lo más difícil a la hora de idear el dulce fueron «las proporciones, me dieron mucho la lata, con muchas pruebas en papel y muchos cálculos matemáticos», explica la dueña de la confitería. Tanto que «un día llamé a Fernando Alba desesperada y acabó dándome las medidas exactas, que por supuesto no desvelaré», relata con humor.

El paso más sencillo fue el de elaborar la pasta, porque «ya lo tenía muy claro desde el principio, tenía la imagen de lo que quería». «Les Chapones» ya se comercializan en el establecimiento, a un precio de 70 céntimos la unidad y 23 euros el kilo, empaquetadas con mimo de manera individual y con un pequeño texto explicativo de la obra original. Porque la idea es que, además de los habituales de la casa, «los turistas se la puedan llevar como un recuerdo de Gijón, porque no es un producto perecedero, dura varios días».

De momento, la gente se sorprende al verlas, y «todo el mundo pregunta porque las reconoce, aunque comprar, con esta crisis, ya es otra cosa», apunta Rosa Vílchez, quien a sus 63 años, cerca de la jubilación, sigue inventando para mejorar el negocio. «Les Chapones» ya están registradas como marca y también en el Registro de Producto Industrial, «para que nadie me copie la idea», subraya su autora.

Sus desvelos para alcanzar la perfección en forma de dulce bien lo merecen.