El desprendimiento de cascotes en un edificio de la calle Los Moros, esquina con Munuza, obligó ayer a la Policía Local a acordonar una de las zonas más transitadas de la ciudad. El incidente requirió la intervención del Servicio de Bomberos, que tuvo que revisar todo el inmueble para comprobar el estado de su estructura y de su fachada.

Los hechos ocurrieron cerca de las nueve y media de la mañana. En un primer momento, se desplazaron a la calle Los Moros efectivos de la Policía Local, que, al apreciar deficiencias en el edificio, llamaron de inmediato a los bomberos. Los agentes se encontraron con que gran parte de la fachada del inmueble -situado entre el número 3 de Los Moros, el número 9 de Munuza y el 2 de la calle León- estaba sellada y apuntalada con bridas.

En torno a la una de la tarde, se determinó que existía «un riesgo inminente de derrumbe en uno de los balcones». La Policía Local procedió de inmediato a cortar el tráfico en parte de la calle Los Moros y un tramo de acera de Munuza, para evitar que se produjeran daños personales entre los viandantes que a esa hora transitaban por la zona, una de las más concurridas del casco urbano. Los agentes municipales revisaron el edificio, comprobando su mal estado y las escasas medidas de seguridad. Se dejaba así vía libre a los bomberos para que pudieran revisar a fondo el inmueble y reparar la cornisa de la que se habían desprendido los cascotes.

No era la primera vez que ocurría algo así, según testimonios de los vecinos de la zona. «Lleva seis años dando problemas. Hacen mucho despliegue, pero luego todo queda en nada. Hasta que no le caiga un cascote en la cabeza a alguien no van a poner remedio», denunciaban testigos presenciales. «Es una vergüenza lo que está pasando con este edificio. Parece como si lo estuvieran dejando caer. Pero se bebería llevar a cabo un plan de restauración para conservarlo, porque es una parte de la historia gijonesa y se la están cargando», apostillaron.

Tampoco los viandantes que pasaban por la zona cuando se produjo el desprendimiento se mostraron sorprendidos por lo ocurrido. Dicen estar acostumbrados a «los sustos de este edificio. Las primeras veces quedabas mirando a ver qué pasaba. Ahora ni eso», cuentan.

El descontento por la falta de atención y deterioro que presenta este inmueble es generalizado. «Ya nos hemos cansado de pedir que lo arreglen. Es una pena que se esté muriendo porque es precioso. Aunque ahora lo que más nos importa es que no nos caiga un cascote en la cabeza». sostienen los vecinos, al tiempo que dejaban en el aire: «Hoy no había nadie debajo. Pero ¿y si la próxima vez pasa un niño por aquí?».

Para los vecinos, «ésta es la crónica de una muerte anunciada». Después de años de incidentes, consideran que el Ayuntamiento debe tomar medidas «sin más dilanción ni medias tintas». No se olvidan de lo que ocurrió en el bloque anexo, que hace tres años se venía abajo como consecuencia de un deterioro prolongado. «No se están dando cuenta de lo serio que puede llegar a ser, pero todo apunta a que se va a repetir la misma situación. El otro edificio empezó a perder partes de la azotea y acabó derrumbándose una noche», advierten.

En esa ocasión, tampoco hubo que lamentar ninguna desgracia, «pero no se puede jugar a la Primitiva», inciden quienes residen en la zona. A las siete de la tarde, los bomberos seguían en el inmueble, propiedad de Julio César Galán, con quien este periódico intentó ayer ponerse en contacto sin éxito. Cumpliendo el protoloco, y subidos a una grúa, valoraron los desperfectos, tomaron fotografías y recabaron pruebas, además de pasar revista solar anexo.

El estado de conservación del número 3 de la calle Los Moros trae cola. Sus propietarios, de hecho, llevan años solicitando que se declare en ruina el edificio y la respuesta del Ayuntamiento siempre ha sido negativa. Los técnicos municipales consideraron que, por su valor arquitectónico, el inmueble debía mantenerse en pie.

Este bloque de viviendas, obra de Manuel del Busto, forma parte de los bienes protegidos por el Catálogo Urbanístico de la ciudad, que destaca principalmente la importancia de las fachadas que miran hacia la calle Los Moros y Munuza. Esquina que ayer hubo que acordonar por el desprendimiento de cascotes y que es muy sensible desde el punto de vista de la seguridad vial al tratarse de una zona muy transitada.

Para preservar el valor del edificio -data de 1913 y es uno de los exponentes gijoneses de la arquitectura modernista- y velar, a su vez, por la seguridad de los viandantes, «se enviaron varios requerimientos instando al dueño a acometer determinadas reparaciones», recuerdan en el Ayuntamiento quienes intervinieron en la tramitación del expediente. Según la legislación vigente y el propio Catálogo Urbanístico, las obras de conservación y mantenimiento corresponden a la propiedad.

La historia se repite. Hace tres años, el edificio anexo al número 3 de la calle Los Moros se derrumbaba parcialmente después de una larga polémica entre el dueño -también Julio César Galán- y el Ayuntamiento por discrepancias sobre el estado del inmueble. Los servicios técnicos municipales denegaron, igualmente, la declaración de ruina solicitada. Y, en este caso, el asunto llegó a los tribunales, que respaldaron la resolución de la Administración local.

Por temor a que pueda producirse una desgracia, el Grupo Municipal Socialista pedirá que se abra un expediente sobre lo ocurrido ayer en la confluencia de Los Moros y Munuza, para que se investigue si se acometieron o no las reparaciones que en su día ordenó el Ayuntamiento. Los requerimientos se formularon con el PSOE en el gobierno local, pero la resolución del asunto ha trascendido su último mandato al frente de la ciudad.

«Hay que abrir un expediente. Por el valor del edificio y la seguridad de la zona», defendían ayer los socialistas, nada más conocer el incidente que ayer obligó a la Policía Local y al Servicio de Bomberos a vallar parte de las calles afectadas. El Catálogo aprecia en el inmueble «una excepcional calidad formal y constructiva», permitiendo «pequeñas modificaciones» sólo en su fachada de la calle León, que es la más escondida. En el interior, es obligado respetar tanto la escalera como la puerta de acceso.

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