El anuncio de la muerte de Gonzalo Mieres resonó en las primeras horas de la noche de un lunes primaveral con aire invernal como una sacudida inesperada. Gonzalo, entrañable figura de la vida gijonesa, se ha ido, avisó alguien. El hombre que destilaba en cada gesto, en cada paso, en cada frase serenidad nos daba un golpe de dolor. Conocí a Gonzalo en los ya lejanos años setenta del pasado siglo en "El Comercio" adonde llevaba informaciones relacionadas con las actividades del Santa Olaya. Los folios llegaban impecables sin que hubiera que quitar o poner una coma. Fue siempre un eficaz gestor en empresas muy conocidas y fue, sobre todo, un gestor de actividades musicales y artísticas en las que estuvo hasta sus últimos días. Nacido en Mieres, pero gijonés desde la primera infancia, Gonzalo es una de esas personas que se echan de menos desde el primer minuto de su ausencia definitiva. Su jubilación no fue su época más feliz, pero supo rehacerse. Un hombre esencialmente bueno que hizo por Gijón más de lo que parece, que fue mucho. El Ayuntamiento le concedió la Medalla de plata de la ciudad en 2012. Merece algo más. El cariño y el reconocimiento popular ya lo tiene. Descanse en paz.