No tendrá tiempo para aburrirse Laureano Lourido. El Musel tiene ahora mismo tantos problemas como expectativas y un pesado pasado que lastra su intención de comprometerse con el futuro económico de Gijón y Asturias en un tiempo de reactivación económica. No sólo se trata de diversificar tráficos y posicionarse a nivel internacional, que también. El Musel tiene otros muchos frentes abiertos.

Una de las batallas se libra en los juzgados. Allí ha terminado la obra de ampliación del puerto del Musel que se licitó en 499 millones y por la que se acabaron pagando 707,7. Los trabajos se ejecutaron entre los años 2005 y 2011 pero es ahora cuando se dirimen las responsabilidades por esos sobrecostes. Sobre la mesa hay una causa abierta por supuestos delitos de fraude a la Hacienda Pública, malversación de caudales públicos, prevaricación, estafa agravada y falsedad documental y varios imputados.

Pero el nuevo presidente debe hacer frentre a las consecuencias de otros duros golpes que ha sufrido el puerto gijonés en los últimos tiempos. Caso de la pérdida de la autopista del mar que unía Gijón con Nantes y que vio interrumpirse su servicio sin muchas opciones viables de recuperación mientras Vigo abría nuevas líneas y se quedaba con tráficos que tenía Gijón.

Sin necesidad de mirar tan lejos está el problema de los accesos. El Musel sigue sin tenerlos y en los presupuestos generales del año que viene hay una reserva de 4 millones para Jove y de 3 para Lloreda-Veriña cuando el coste total es de 86,1 y 80,2 millones respectivamente. No hay dinero para hacer los accesos y sí problemas con los vecinos sobre la idoneidad de las zonas de paso.

Vecinos de la zona oeste que también denuncian la contaminación que generan el Puerto y las empresas que allí están ubicadas. La nube de carbón del pasado julio fue el último golpe y generó una dura pugna política con un Ayuntamiento liderado por Carmen Moriyón en pie de guerra.