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Una pica española en el hielo austral

El comandante José Pablo Lacalle, responsable de la última misión española en la Antártida, relata su experiencia en la zona de la Tierra "más aislada, fría y ventosa"

Luis Buznego y José Pablo Sánchez Lacalle, ayer, en la EPI. JUAN PLAZA

La Antártida es "un virus que pica a todo el que va y ya no podemos dejar de hablar de ella". Por eso ayer el Comandante José Pablo Sánchez Lacalle, del Estado Mayor del Ejército de Tierra, responsable de la última campaña antártica en la base Gabriel de Castilla, se prestó a hablar largo y tendido sobre su misión en la zona más árida del planeta, una parcela española en el continente blanco en los que los efectivos nacionales prestan apoyo a misiones científicas y experimentales.

Lo hizo en la Escuela Politécnica de Ingeniería (EPI) , invitado por Innovasturias con el fin de difundir una labor muchas veces desconocida y "apasionante", como él mismo señaló. En todo caso ardua y compleja, porque "en la Antártida llueve menos que en el Sahara, y es la zona de la tierra más montañosa, más aislada, más fría y más ventosa". Y aún así "es una experiencia increíble, en la que se establece una fuerte hermandad en muy poco tiempo".

Porque, como explicó el Comandante, la misión se desarrolla en el verano austral, entre diciembre y principios del mes de marzo, cuando las temperaturas son "más suaves", pero siempre por debajo de cero y con ventisca y condiciones adversas la mayor parte de las veces. Al abrigo de un puerto natural, la base Gabriel de Castilla se enclava en la Isla Decepción, "el mejor lugar posible, el que ofrece mejores condiciones para el estudio y para nuestra misión", recordó Lacalle.

España permanece en tan inhóspitos territorios en virtud del Tratado Antártico, "con fines científicos y pacíficos", con ausencia de armamento y con el compromiso de "intercambiar información, porque cualquier científico puede solicitar ir a la base". La presencia del ejército español en la base antártica se sustenta, como explicó el Comandante José Pablo Sánchez Lacalle, en tres pilares fundamentales: mantener la presencia física de España en el Tratado Antártico, colaborar en labores de investigación científica, medioambiental, de seguridad y medicina y colaborar en el desarrollo de proyectos de interés para el Ejército.

La última misión, que finalizó a finales de febrero de este año, se desarrolló con doce efectivos del Ejército, voluntarios todos ellos y elegidos entre un buen volumen de aspirantes, "capacitados para hacer todos de todo", con una preparación de un año antes de partir hacia la base en los hielos.

Con capacidad para hasta 36 personas, "nuestra principal misión al fin y al cabo reside en colaborar con todos los que lo necesiten", resumió el responsable de la misión, quien puso el ejemplo de la llegada inesperada de 35 científicos en medio de condiciones adversas a los que se dio acogida en la base, "con el trabajo codo con codo de científicos y personal del Ejército".

Además de eso, "acompañamos a los científicos en sus misiones y les echamos una mano", en proyectos que van desde la erradicación de musgos hasta el estudio de la actividad volcánica y sísmica de la zona o la elaboración de informes sobre el cambio climático, a través de la medición del hielo en la zona.

Además de las labores propias de mantenimiento de la base, con el afianzamiento del terreno, la mejora de embarcaciones o videoconferencias divulgativas, los efectivos militares realizan constantes reconocimientos de itinerarios de evacuación en caso de emergencia y colaboran en la retirada de residuos en una zona en la que, pese a su aislamiento y crudeza recibe "unos 40.000 turistas al año". Abrir nuevas bases en la Antártida "es prácticamente imposible", pero sí se mantendrá la actividad actual, con la presencia de numerosos científicos. Y con el espíritu común a todos ellos de "desear regresar en algún momento".

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