Un tsunami ha llegado a Gijón. El mismo tsunami que durante dos días llenó el patio de la Laboral de un mar de crestas y tatuajes. Pero, sobre todo, el mismo tsunami que inundó de locura la ciudad durante dos días. Y bendita locura, porque quienes asistieron al nuevo festival que ha nacido en la ciudad destacan, de forma prácticamente unánime, el gran ambiente conseguido: mucho buen rollo, reforzado por un magnífico dispositivo de seguridad diseñado por la organización.

Así se entiende mejor la imagen -y qué imagen- tomada en la Laboral por Marcos León, fotógrafo de LA NUEVA ESPAÑA, en la que un niño punky muestra una doble peineta y saca la lengua a lomos de su padre. "Qué mala educación", podrían pensar algunos. Pero no. Ese pequeño crestudo le lanza un corte de manga al mal rollo, a la hipocresía, al aburrimiento y a lo políticamente correcto. No se interprete mal, háganlo en su contexto: es un gesto rockero en un escenario rockero, una divertida expresión de lo que ha traído el Tsunami Xixón: un ambiente tan loco como fraternal. Y Gijón lo ha acogido con la hospitalidad que le caracteriza.

Por cierto, ese pequeño y descarado punky se llama Illán. No es baladí que un niño pueda disfrutar sin problemas de un evento multitudinario como éste. Dice mucho del logro conseguido con este festival. Y si le falta un icono, ahí tiene uno, porque el pequeño crestudo podría ser, tranquilamente, portada de cualquier disco de cualquier cabeza de cartel del Tsunami. Bendita locura la que llegó a Gijón. Y, esperemos, vuelva el año que viene.