Cristina García Rodríguez empezó muy joven su vida laboral. Con apenas 42 años cumplidos, tiene una trayectoria personal que impresiona. Tras conseguir el graduado escolar, estuvo durante tres años, desde los 15 hasta los 18, caminando tres kilómetros diarios para aprender corte y confección en el pueblo de Recostiello. «Entonces ya empecé a arreglar algunas cosas para las vecinas y me empecé a defender con la costura», afirma. Nada más alcanzar la mayoría de edad se casó con Guillermo Castaño y fue madre de dos hijos: Jairo, de 23 años, e Iris, de 20. De espíritu joven y emprendedor, esta mujer aprendió a combinar sus tareas de ganadera y madre al frente de la cuadra de sus padres, Elías y Luisa, y junto a su marido. Por aquel entonces tenían 18 vacas. Hoy cuentan con algo más de 60, entre grandes y pequeñas.

«A lo largo de estos años hemos ido creciendo, ampliando, comprando maquinaria. Hicimos una cuadra nueva, y aquí seguimos, como cuantos se dedican a la ganadería, trabajando 365 días al año», dice esta mujer, que habla de su trabajo con ilusión y hasta con disfrute. «Sí, es cierto, sé que mucha gente piensa que la ganadería es dura, pero a mí me gusta mucho mi trabajo. Por el invierno lo llevo mejor, pero sin duda por el verano tienes que trabajar mucho más», añade.

García es ganadera de raza, vocacional, nunca quiso ser otra cosa que lo que es hoy. Reconoce que su trabajo y su vida no le permiten ni un día de vacaciones y, sin embargo, se declara manifiestamente feliz con lo que hace y donde vive. «Me gusta mucho vivir en mi pueblo, La Rebollosa, no lo abandono por nada del mundo. El paisaje, la naturaleza, la tranquilidad, el escuchar los pájaros. Si tuviera que ir a vivir a la ciudad, sería un dolor para mí», afirma con rotundidad. Sin embargo, no ve un relevo generacional en sus hijos. «Él estudió electricidad y ella se prepara en Gijón para enfermería. Les hemos dado estudios para que estén preparados de otra manera. Por otro lado, el campo no vive su mejor momento y para un chaval empezar hoy aquí me parece imposible», dice. Sin embargo, añade que «otra cosa es que vengas del campo, entonces sí tienes un punto de partida». «Hombre, no es que vayas a ganar dinero, pero vives. No pasas hambre porque tienes tu huerta, tienes cerdos, es decir, tienes menos gastos que en una ciudad porque tampoco tienes todas esas necesidades», matiza.

Como profesional inquieta, forma parte de la Asociación de Mujeres «La Era», de Collada. Son 19. Ella es la más joven. La mayor tiene 85 años. Todas han tomado parte en varios talleres que imparten miembros del sindicato COAG en una escuela que está a un kilómetro del pueblo. «El año pasado hice un curso de internet aplicado a las explotaciones agrarias y me resultó muy útil. Ahora, por ejemplo, doy las altas y las bajas por internet. Otros cursos que realizamos fueron, por ejemplo, el del cuidado de las personas mayores, de reciclaje, de mimbre, un taller de flores secas, otro sobre el cuero, en fin, un poco de todo», explica. Y es que si algo tiene claro Cristina García es que «se pueden hacer muchas cosas en los pueblos, sólo hay que querer y relacionarse más con tus propios vecinos».