Al Santuario del Acebo se llega desde muchos puntos. Se puede subir, como la gran mayoría, por la carretera desde Cangas del Narcea. Pero también es habitual encontrar romeros por sitios más escondidos como el camino de Castro de Limés, el que sube desde Las Escolinas o el que llega a Veiga la Piedra desde un regueiro entre Robledo y Borracán. Luego, eso sí, todo va a confluir al sendero de la fuente del piojo.

Es por todos estos lugares por los que cientos de cangueses gastaron zapatilla ayer para subir a honrar a una de las imágenes más icónicas y queridas de todo el Suroccidente de Asturias: la Virgen del Acebo. El santuario amaneció cubierto por la niebla y orbayo, lo que llevó a muchos a pensar que no sería el mejor día para pasar la jornada a tanta altitud. A media mañana el aspecto del santuario no era el de las grandes citas, con apenas medio centenar de valientes entre sus rincones.

Pero según fue avanzando el sol en lo alto del cielo, las nubes tocaron a retirada y la jornada, aunque fresca, se volvió disfrutable. No obstante, fue evidente la bajada de grandes meriendas respecto a otros años y la cantidad de gente presente en todos los actos oficiales.

De ellos, de los actos oficiales, el más importante es la procesión de la Virgen del Acebo. Al acabar la misa de la una y media de la tarde, la más popular de las casi media docena de ellas que se celebran durante la jornada, la Virgen salió a hombros de los feligreses y dio una vuelta por su plaza para poder ser honrada, como se merece, por aquellos que le guardan devoción y que subieron a pedirle tal o cual favor personal.

La mayoría de las personas que suben hasta el Acebo andando lo hacen «ofrecidas», es decir, en el último año le pidieron a la Virgen que les echara una mano en cuestiones de salud de algún familiar, o a que alguno de los hijos encontrase trabajo. A cambio, el peticionario prometió subir andando a rendir pleitesia como moneda de vuelta de la intercesión divina en asuntos de los mortales.

Para abrir camino a la Virgen del Acebo, las gaitas y los tambores marcaron el ritmo que los grupos de baile usaron para hacer demostraciones de folclore asturiano, muy aplaudido por la muchedumbre presente. Luego, y tras una «descarguina» de voladores, marca imprescindible de la zona, la gente se centró en abrir sus neveras, fiambreras, bandejas y capazos. De ellos salieron los alimentos básicos de la romería tradicional: empanadas, filetes empanados, tortillas de patata, fisuelos, lacones, jamones, y mucho vino de Cangas con el que regarlo todo.

Con el chupito y el café, que dieron sosiego y temple a la conversación, se pasó a la parte más festiva de la fiesta, que fue el baile a cargo de Lucía y su acordeón. Y, de esta manera, la romería del Santuario del Acebo, aunó, un año más, la devoción por la que se conoce como la «Virgen de los vaqueiros», con la pasión en la zona por las comidas opíparas y el baile con orquesta.

Silvia Rodríguez (sobre estas líneas) preparó fisuelos en la carpa que montaron los vecinos de Fonceca en la romería del Acebo. No es algo nuevo, pues llevan algunos años haciéndolo, pero es la primera vez que lo hacen tras el fallo judicial que acreditó como suyo, y no municipal, el terreno, informa P.RODRÍGUEZ. A la derecha, baile y actuación musical.