La sección de cartas al director siempre resulta estimulante, aun en el caso de que se lea en ella un historia tan triste como la recogida ayer en una epístola firmada por la madre de una alumna de la Escuela Infantil Los Pegoyinos, puesta de actualidad por la retirada de un belén que instó la concejala de Educación, Carmen Rúa Morán, tras una petición en tal sentido.

La carta se titula «Y se desmontó el belén», y en ella expone esta madre que ni política ni religión tengan acceso a la escuela pública. Esta idea es muy matizable, como lo demostrará la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, pero no es este el punto que más nos ha impresionado en el referido escrito.

Lo que nos ha impactado es que la autora de la carta llegue a decir que le ofende que le expliquen a su hija el sentido de las figuras del belén, y tanto como si también introdujeran a su niña en el conocimiento de otras religiones.

Quedémonos con ese rechazo a un elemento tan secularizado, o cultural, como el belén. Presumir de su desconocimiento es como orgullecerse de ignorancia sobre el «Quijote», según algunos intérpretes, compendio de la «virtus» cristiana. O rechazar conocimiento sobre infinidad de obras literarias, plásticas, musicales, arquitectónicas... que a lo largo de los siglos han incorporado relatos o figuras de las religiones.

Lo triste de esta historia llegará, tal vez, cuando un día esa niña, ya crecida, vuelva los ojos hacia su madre después de entrar en el museo del Prado y no entender nada; o tras escuchar el «Réquiem» de Mozart sin comprender ni captar su emoción; o al cabo de una visita a una catedral a la que no le encontró sentido alguno.

No es retórica. Es una triste situación en esta Navidad que toca a su fin.