La expedición institucional del Principado que visita África estos días nos produce impresiones contrapuestas. Pero, antes de entrar en ello, de lo que hay que tomar profunda nota es de que esta región ha alcanzado tal nivel de ensimismamiento que un viaje de unos cuantos mandatarios a remotos países logra detener toda vida política. Ni que decir tiene que cuando Areces no está en sus despachos -el de Oviedo, o el de la Universidad Laboral, por ejemplo-, la actualidad casi se vuelve exangüe, al disminuir de tal modo el suministro de ideas formidables, de presentaciones rutilantes o de valoraciones profundamente optimistas.

Por otra parte, tal parece que hemos llegado al extremo del aforismo -«cuando el gato no está, los ratones bailan»-, puesto que se han ido hasta África unos cuantos felinos con cargo en la Junta General del Principado y el Parlamento asturiano se ha vuelto un parlamentín que no reanudará sus sesiones hasta la semana que viene.

De hecho, entre una cosa y otra, caso de elecciones y otras travesías, la Junta sólo ha celebrado un Pleno desde diciembre, y ya estamos en abril. Y tal Pleno fue para ratificar a los senadores Javier Fernández y Ovidio Sánchez, de modo que no debió de causar extenuación en los diputados regionales.

Y ésta es la historia presente de Asturias. No hay más.

Miremos entonces hacia África, que comparte con otros destinos de las expediciones institucionales asturianas el mismo problema: siempre se está yendo a anunciar un montón de iniciativas, pero nunca se va a celebrar el aniversario de su creación o los frutos de su funcionamiento. Tanto sembrar y sembrar, en Cuba, en China, en México, etcétera, debería estar produciendo ya una barbaridad de éxitos. No lo sabemos. Ahora bien, África es diferente, pero ya lo veremos.