Frecuento una tertulia que es como un zoo, como el arca de Noé, con un bicho de casa especie.

Mi contertulio el marxista-leninista anda cabreado por encontrarse muy solo con esta desaparición de la izquierda a nivel mundial. Echa pestes del PSOE, al que dice le sobran la S de socialista y la O de obrero. Puede que exagere al decir que la izquierda está muerta. Dejémoslo en malherida.

Otro tertuliano, el superconservador, también anda malhumorado por el desmembramiento de la derecha española. Se le atraganta la sopa de letras: PPR (Partido Popular Rajoyista), PPA (Aznarí), PPG (Gallardonista), Partido de la Esperanza (Aguirre, naturalmente) y otras migajas, bien comunitarias, bien locales.

La tertulia está dedicándose exclusivamente al fútbol. El primero echa en falta el izquierdismo histórico, y el otro la caverna de monsieur Le Pen. Ninguno está conforme con su partido. No les complacen los respectivos representantes, a quienes ni siquiera conceden categoría de líderes.

No estamos en el siglo XIX, ni siquiera en el XX, para echar de menos la lucha de clases, que es lo que añora el izquierdoso, ni en Francia o en Italia que con su Sarkozy y Berlusconi desea el otro.

Gracias al balón, nos vamos defendiendo y hacemos más entretenido el café (descafeinado) y el poleo menta de nuestros regímenes.

Una sobremesa sin política y sin copas es como un jardín sin flores, una mar sin sirenas, un cielo sin pájaros y una colegiala sin acné. Nada.