Expertos de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres consideran que los gordos son un factor destacado en el creciente cambio climático porque requieren más combustible para su transporte -ya que andan menos- y porque, encima, consumen más alimentos -por algo son gordos-, lo que lleva a un mayor gasto energético, puesto que del grano de trigo al chusco de pan hay un montón de pasos y trabajos que requieren mucha energía.

No es una broma; el estudio de los investigadores Phil Edwards e Ian Roberts acaba de ver la luz en la revista «The Lancet», líder mundial en publicaciones sobre medicina y salud.

Sin duda, se trata de una investigación de la máxima importancia, porque logra relacionar las tesis de los climatistas con las propias de los salutistas, para quienes, como la ministra Salgado, una hamburguesa es un producto directamente salido de los infiernos.

Los climatistas sostienen, como se sabe, que por culpa de las actividades de los seres humanos se está produciendo un calentamiento progresivo y ya casi inevitable del planeta que conducirá a la muerte de todos los seres vivos, salvo que se acabe de una vez con el capitalismo y, ya de vuelta a la caverna, logremos al fin vivir en un mundo mejor y, atención, sostenible. Bueno, sostenible tras la muerte de 6.000 millones de personas, porque el modo de producción cavernícola -por usar terminología marxista, ya que hablamos de la caverna- da para alimentar apenas a 200 o 300 millones.

Más de 400 millones de adultos padecen obesidad, la OMS prevé que dentro de siete años 2.300 millones de personas tendrán sobrepeso y 800 millones serán obesos, así que vamos de cabeza al desastre del cambio climático acelerado por culpa de los gordos.

Yo que usted, amigo lector, adelgazaría antes de que los fanáticos que gobiernan el mundo le pongan fuera de la ley.