No tienen vergüenza los nacionalistas vascos y la excrecencia de IU, que forman el tripartito de Vitoria. Con el cadáver todavía caliente del último guardia civil asesinado por la ETA y contando con el apoyo de un partido que se encuentra pendiente de ilegalizar (PCTV), aún tienen la desfachatez de acusar al Gobierno de amparar imaginarias torturas a los terroristas.

Está claro que no hay nada que hacer con esta gentuza. Al día siguiente de poner cara de circunstancias y de homenajear al muerto, son capaces de situar al verdugo en el mismo grado de reivindicación de la víctima. Inoportunos, miserables, no sé qué calificativo encaja con la actitud de estos diputados. Inoportunos y miserables, seguramente los dos. Y alguno más que prefiero no añadir y que a los lectores, como a mí, se les habrá ocurrido.

¿Qué se puede esperar de estos sujetos que no vacilan en sembrar dudas sobre el funcionamiento garantista de la democracia española si con ello consiguen seguir agitando el famoso árbol de las nueces? ¿A quién se le puede seguir ocurriendo la idea de llegar a un pacto antiterrorista con personajes de este calibre?

No resulta nuevo oír a Ibarretxe poner en la misma balanza a los verdugos etarras y a sus víctimas. Eso lo hace un día y al siguiente lo vemos en el funeral de un guardia civil con cara de murciélago compungido. Las dos cosas a la vez, sin cortarse.

El martes, por ejemplo, acudirá a la Moncloa para entrevistarse con el presidente de un Gobierno que, según él, ampara la tortura. Yo no le dejaría acercarse. No se deben tolerar las faltas de respeto y de educación. Y mucho menos tener como interlocutor político a un personaje que se mueve en la más peligrosa de las ambigüedades si se trata de víctimas y asesinos. Y que cuando no lo hace y se sincera, exige un referéndum para separarse del país que tortura imaginariamente a los angelitos de los mil muertos. A los de las bombas y el tiro en la nuca. Qué barbaridad.

Cualquier observador de fuera, ajeno a lo que vivimos y desplazado por un instante a esta realidad, quedaría absolutamente perplejo.