En este tiempo de abandonos consecutivos del Partido Popular, el alcalde ovetense, Gabino de Lorenzo, acaba de comunicar su jubilación laboral y la parcialmente política, al anunciar que se recluirá como un monje sólo consagrado a la gestión interna de su Ayuntamiento.

Cabe preguntarse si la decisión es sincrónica con la desaparición presente de una parte de la vieja guardia del PP, pero lo único claro es que su derrota electoral en las pasadas generales viene pasando poca factura al PP asturiano, pese a que algunos todavía se preguntan quién acudió a Madrid a implorar que De Lorenzo encabezara la lista del Congreso.

Pero las turbulencias del PP nacional impiden por ahora detenerse en este pequeño mundo asturiano, que, no obstante, ya fue pionero en la desaparición política de varios militantes de alcurnia, como Cascos o Alicia Castro.

Lo que ha quedado después, azotado también por las derrotas electorales, es un partido mansurrón e insignificante, incapacitado para una oposición política efectiva, o sea, el famoso viaje al centro de la nada.

Tal vez sea ello anticipo de lo que le espera a la política nacional, porque una cosa es que el PP lleve a cabo sus reajustes internos y otra que ello pille cuando el Gobierno maneja tan plácida como indolentemente asuntos tan delicados, caos de la debacle económica que ya se muestra irrefrenable.

Así que De Lorenzo ha decidido entrar en etapa jubilar, yéndose sin irse, y manteniendo las riendas para manejar probablemente su sucesión política.

A todo esto, el PP de Ovidio Sánchez dice sostener la pervivencia de Rajoy como presidente nacional, pero lo hace mediante la pura contemplación, sin mostrar trazas de reforma o renovación de gentes. Y así parecen querer seguir, hasta llegar a ser un gran partido de jubilados.